Stella Cuéllar
Toluca, México; 10 de febrero de 2020. A mí, la verdad, no me gustó Jojo Rabbit. Sí, cierto que el pequeño Jojo (Roman Griffin Davis) y su amiguito Yorkie (Archie Yorke) son adorables, pero no, no me gustó. El tema del nazismo es aún muy doloroso y serio para hacer de él una falsa sátira, como me parece que es el filme.
En esos términos todos pierden. No se hace homenaje a las víctimas, tanto los jóvenes y niños de las juventudes nazis, convertidos en asesinos autómatas, ignorantes, como a los propios judíos, víctimas del nazismo y del Holocausto. Tampoco es un justo homenaje a los millones que perdieron la vida en campos de exterminio.
¿Así se rinde homenaje a las víctimas del nazismo?, ¿así se hace denuncia?, ¿así sensibilizamos a los jóvenes que ya poco o nada saben de ese episodio vergonzante y doloroso de la historia de la humanidad?
En realidad, al salir del cine, me pregunté: ¿qué buscó Jojo Rabbit?, ¿sólo entretener? ¡No!, eso sería muy ingenuo.
Me dio horror ver al público reírse por los asesinatos, por las muertes, por la violencia de la guerra convertida en tontería. No, a mí no me da risa.
Con un sentido del humor simplista, típicamente gringo, se aborda un tema que no pasa la prueba de esa decantación. ¿Y cómo podría en tiempos como los de hoy, con tufos totalitarios y de muerte en tantos lados del mundo?
Tengo amigos judíos y no sé qué opinan de este filme. Quizá soy más papista que el papa; quizá ellos ya pueden tomarse con humor el tema. Yo no.
No quiero que mi hija lo conozca desde esta mirada simple y torpe, aunque muy bien ejecutada. Me rehúso a que ella vaya a ir a reírse de algo que no debe ser motivo de broma, de chistorete. De Jojo Rabbit rescato la actuación de los niños. Sus personajes me parecen honestos. Su ingenuidad me puede producir una ternura suave y empatía. En ellos encuentro el humor, la crítica. Ellos sí muestran el absurdo de la guerra. Lo demás, no. Entonces, mi balance del filme no es bueno, pero pues yo de estas cosas no sé nada.