Stella Cuéllar: texto. Karen Colín: diseño
Toluca, México; 18 de septiembre de 2022.
“Incendios” es una película canadiense dirigida por Denis Villeneuve, que se estrenó en 2011. Se basa en la obra de teatro “La mujer que cantaba”, del escritor Wajdi Mouawad. Al igual que la obra que la inspira, este filme es conmovedor. Inicia cuando los gemelos Jeanne y Simon Marwan están frente al notario, que les lee el testamento de su madre. Sorprendidos, escuchan instrucciones precisas que les dejó sobre cómo quiere que la entierren, o qué debe decir su epitafio y cuándo se debe colocar.
Los jóvenes, un tanto atónitos, otro tanto molestos, escuchan también que la madre les dejó dos sobres que deben entregar: uno es para su padre, a quienes los hermanos creían muerto, y el otro es para un hermano, de cuya existencia no tenían idea.
Simón se resiste a cumplir los deseos de la madre, quien siempre fue fría, distante, además de que está convencido que todo se trata de un arrebato de locura, que no deben tomar en cuenta, pero Jeanne no está de acuerdo. Intuye la importancia de los pedimentos y decide viajar a Palestina no sólo para tratar de cumplir los deseos de la madre, sino porque quiere descubrir las razones de los eternos silencios, de su perenne melancolía y ensimismamiento; además, quiere saber más sobre sus orígenes, su familia y sus raíces.
En Palestina descubrirá que nunca supo quién había sido realmente su madre. Con pena verá que su solo nombre, Nawal Marwan, genera silencios, rechazo, repudio y nuevas incógnitas. Para responderlas deberá tocar puertas, hablar con muchas personas y deambular entre largos caminos devastados y polvorientos para poder desenredar la complicada madeja que es el pasado de su madre.
Poco a poco los pasos de Jeanne irán poniendo luz a la historia de su madre. Y en un momento, cuando, desesperada y devastada siente que ya no tiene fuerzas para seguir adelante, pedirá a Simón que la alcance. Sólo lo tiene a él y lo necesita como sostén. Él acude. No llega solo sino en compañía del notario. La verdadera Nawal Marwan se irá revelando ante sus ojos. Todos comprenderán sus inexplicables silencios, su tristeza, su mirada a veces vacía, doliente, otras rabiosa.
Recuperar el pasado de su madre les revelará también su propio origen, ligado a los horrores de la guerra. Se enterarán que su silenciosa madre fue, por años, “la mujer que cantaba”, y que esos cantos la hicieron fuerte y no la doblegaron; sabrán que estuvo presa; que mientras sus más cercanos y muchos la despreciaban, para otros fue un símbolo de fuerza, tenacidad y resistencia.
Pienso en esa mujer tan desconocida para sus hijos y me es inevitable pensar en los secretos que muchas veces guardamos y nos hacen ser los que hoy somos.
Hay penas de las que no queremos hablar ni con los más cercanos; hay secretos que nos acompañan y hieren toda la vida, aun cuando lleguemos a revelarlos para mitigar la carga.
“Incendios”, entonces, es una película dura, dolorosa, pero con un final reconciliador. Con un final esperanzador. Cuántos, que hemos perdido a nuestros padres, quisiéramos que nos hubieran dejado cartas con pistas para descubrir quiénes fueron realmente y quiénes somos nosotros en consecuencia.
Así, “Incendios” es una película iniciática, una película que revela la fuerza inquebrantable de una mujer que parecía frágil e indefensa. Reproduce lo siniestro de la guerra, de las detenciones y de los abusos, pero también lo salvador del canto, que es una forma de poesía y de boleto para la vida y para la resistencia.