Fernanda García: texto. Ramsés Mercado: fotografías. Brenda Cano: diseño.
Toluca, México; 15 de septiembre de 2022.
En el taller de la familia Serafín Reyes, enclavado en la delegación de San Cristobal Huichochitlán -al norte de Toluca-, el olor a palma caliente después de ser sometida a una prensa, el sonido de las máquinas de coser y la charla a media voz se conjugan para crear uno de los elementos más significativos de las fiestas patrias: los sombreros.
Mientras el fuego calienta la prensa, Juan Miguel, el mayor de los hijos, relata que aprendió hace cinco años a trabajar los sombreros gracias a la escuela de su papá, quien tiene alrededor de 15 años con el taller.
Para él, este artículo mexicano significa esfuerzo, tradición y orgullo porque no solamente es un accesorio que da identidad sino que realmente protege del sol y mantiene fresca la cabeza.
“Antes no me gustaba porque no tenía la menor idea cómo hacer esto, pero comencé a hacerlo y ahora es mi oficio. A simple vista éste sólo es un sombrero pero lleva muchísimo esfuerzo de muchas personas, no solamente de nosotros, nuestros hermanos de Guerrero la cosechan y la tejen. Nosotros la confeccionamos, le damos forma. No es un simple sombrero”.
En cada pieza se tarda alrededor de cinco minutos, pues su padre encontró la manera de hacerlo con ayuda de las máquinas de coser, ya que antes lo hacían a mano, lo que frenaba la producción. Una vez que se alcanzó la medida necesaria, se meten por 18 segundos a la horma caliente
“Casi no hay talleres ya en San Cristobal. A mí me gustaría ponerle sombrero a todos los mexicanos pero no podemos, en un mes podemos que sacar alrededor de 30 mil piezas, pero eso es muy poco para lo que se necesita. En septiembre y Semana Santa son nuestras fechas más fuertes y después le sigue el 20 de noviembre, el Día de la Candelaria y el día de las mulitas”.
Aunque sus abuelos hacían toda la confección de manera artesanal, apenas sacaban 15 sombreros al día y con ayuda de las máquinas de coser han logrado eficientar los tiempos y producir hasta 100 al día.
Pero no todo es tan sencillo, reconoce. La pandemia de covid-19 le puso pausa a su quehacer con la palma, pasaron una de las peores crisis económicas pues se cancelaron las fiestas patrias, las religiosas y hasta parecía que el Sol podía caer aplomo y no necesitarse un sombrero.
Para sobrevivir y generar un poco de dinero, la familia Serafín Reyes decidió confeccionar cubrebocas, caretas y ropa. Así lograron tener comida en la mesa.
“Por eso esperamos que estas fiestas patrias sean en grande, que todo lo de la pandemia simplemente desaparezca porque nos dio un golpe muy fuerte y nos fuimos para abajo. Ahorita estoy muy orgulloso de que tengamos de nuevo la oportunidad de hacer sombreros”.
Lo que en taller se confecciona, en su mayoría se va para el mercado de Sonora de la Ciudad de México, allá se vende y se termina de decorar a gusto del cliente. Sin embargo, también en este rubro se combate contra los artículos chinos.
“Dicen que se ve más bonito, que está mejor decorado, pero no sabe la gente que es un material que nos viene a dañar, aquí nuestros sombreros sirven de abono cuando ya no los quieren usar o si quieren los pueden hacer una maceta”.
Aunque tratan de mantener los precios, la materia prima ha aumentado su costo, de 7 pesos pre pandemia ahora se vende a 18.50 pesos. Buscan que sean accesibles para toda la población, no sólo por una fiesta sino para el día a día.
Por ello la invitación es a todos los mexicanos para que se compren un sombrero artesanal, pues detrás de cada pieza, hay decenas de familias que quieren perdurar la tradición de la cosecha de palma, de transformarla en objetos de identidad y subsistir de ello.