Ramsés Mercado
Toluca, México; 1 de agosto de 2019. Al fondo de un cuarto contiguo a la calle de Hortelanos, de la localidad de Santiaguito Cuaxustenco, en Tenango del Valle, se encontraba el pequeño ataúd color blanco, ese que se utiliza para cuando fallece un niño o una niña. Entre azucenas, rosas, globos y veladoras, un vaso de agua lleno, un pan y un plato de dulces, en el piso la cruz con su nombre, en la orilla una viejita con un cuadro pegado al pecho, estaba el ataúd de la niña. Ella, la anciana, solo miraba, o por lo menos daba esa sensación, porque seguramente rezaba en silencio.
En el cuarto de al lado estaban también las cazuelas con comida a medio terminar y que se les ofreció a todos los vecinos, que se dieron cita desde muy temprano para despedir a Teresita.
La niña, de tan solo 10 años, fue encontrada sin vida el pasado domingo 28 de julio a unos cuantos metros de donde ahora se realizaba el velorio, en otra casa, envuelta en un cobertor sobre un sillón, con golpes y algunas cicatrices en el cuerpo. La niña vivía con su abuela materna, la principal sospechosa y que según los vecinos del lugar la maltrataba desde hacía tiempo, hechos que fueron denunciados ante el DIF y otras instancias, que jamás hicieron algo.
Hoy, la abuela está prófuga y la casa luce desierta, con sábanas blancas en las ventanas pero con un letrero en el barandal, que dice: «A quien guste †/ Apoyar con algo / Para el velorio de / La niña Tere / Será el día de hoy».
Fue al medio día que inició todo, nada más para que terminara un poco después. El ataúd salió para cumplir su trayecto, primero a la iglesia y después al panteón, donde se depositan los cuerpos, a seis metros bajo tierra.
Esta es la primera escena: una joven con una cruz de madera cubierta de rosas blancas.
Esta es la segunda escena: una cruz que ahora es su cruz con su nombre y la fecha que marca la historia de su tiempo, 05.11.2009 † 28.07.2019. Entonces suena la banda y las lágrimas escurren por las mejillas de algunos. Los niños arrojan pétalos mientras las madres ayudan a cortarlos y los vecinos se asoman curiosos.
Esta es la tercera escena: el ataúd cargado por varios jóvenes, quienes se iban turnando en el transcurso del camino, hasta llegar a la iglesia para la misa, que poco a poco se fue llenando. Una patrulla de la policía municipal de Tenango abría el paso para el cortejo, fueron casi dos kilómetros los que la gente caminó hasta llegar al panteón y ahí un profundo hoyo, el montón de tierra y cinco pedazos de loza gruesa la esperaban.
Entonces bajaron el ataúd, acomodaron en un costado tres bolsas con algunas cosas que no se podían identificar, y como ofrenda final un coco, quién sabe por qué.
El cuerpo de Teresita ahora descansa en paz.