Miguel Alvarado
Toluca, México; 18 de julio de 2019. La sentencia de 30 años dictada contra el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, parece detenerlo para siempre en la cárcel de ADX Florence, en Colorado, a la que describen como “un infierno” y a la que llaman el Alcatraz de las Montañas Rocosas. Quién sabe si ese infierno tan temido sea como los agujeros carcelarios de México, que hasta para quienes pueden pagar por celdas cómodas, atormentan para siempre a quienes pasan por ellos.
ADX Florence ha sido la casa de otros mexicanos como Héctor Palma y Osiel Cárdenas Guillén, así de Miguel Ángel, hermano de Rafael Caro Quintero. Y también ha sido la casa de ilustres villanos como Eric Rudolph, terrorista estadounidense que entró en acción contra los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996. Uno más es Zacarias Moussaoui, un militante de Al Qaeda que planificó los atentados del 11 de septiembre. También está ahí Ramzi Yousef, la materia gris de ese atentado las Torres Gemelas y el
Unabomber, Ted Kaczynski.
En el tema del narco, una cosa es lo que dice el gobierno de los Estados Unidos y otra lo que realmente sucede, en el back stage de las cortes y los acuerdos, del uso que se hace de los capos y sus poderosos cárteles. Porque, no hay que olvidarlo, son poderosos porque alguien los concibió, les dio estructura y financiamiento, así como trazó la ruta para que se siguiera al pie de la letra. Hasta hoy, todos los gobiernos han tendido una narcoestructura que en un tiempo recayó en la organización de Rafael Quintero; después aparecieron otros y hasta los rebeldes Gafes que después conformaron a los Zetas tuvieron su cuota de poder. Hoy en México, el Cártel de Jalisco Nueva Generación, campea por todo el territorio y aunque se menciona a Nemesio Oseguera, El Mencho, como su líder visible, en realidad el viejo capo Caro Quintero ha tomado el control nuevamente. Los cárteles, ese tipo de organizaciones, no pueden existir sin apoyo del gobierno, cualquiera que sea.
La guerra contra las drogas que se desató en México durante el sexenio del presidente panista Felipe Calderón (2006-2012), y en la que él mismo convocó a las fuerzas armadas desde su Plan Nacional de Desarrollo, se trató en realidad de una batalla contra la insurgencia en estados como Guerrero, Chiapas, Oaxaca y Tamaulipas, entre otros, donde hay riqueza mineral para extraer. En esa supuesta guerra están involucradas instancias empresariales transnacionales como mineras canadienses como Gold Corp, Leagold, Teck Cominco o Black Fire, así como las pertenecientes a la industria petrolera, las que comercializan agua y las que construyen megaproyectos hidroeléctricos.
Pero El Chapo.
Su organización, el Cártel de Sinaloa se ha visto envuelto en investigaciones que revelan que los dos capos que la lideraban –hoy solo queda libre Ismael Zambada García- son en realidad agentes dobles utilizados por el gobierno norteamericano para obtener información acerca de otras organizaciones. Documentos de la Corte norteamericana así lo señalan. Si es así, el costo ha sido demasiado alto.
Vicente Zambada, el hijo de Ismael, fue arrestado por el ejército en la ciudad de México el 19 de marzo de 2009. Lo que se dijo muy poco fue que antes de ese arresto, Vicente Zambada se había reunido con agentes de la DEA (Administración para el Control de Drogas) en un hotel de la capital y ahí se había pactado su entrega y extradición a EU en el 2010. Todo ocurrió así, según el informante Humberto Loya Castro, que así fue presentado por el propio gobierno de EU y que servía de enlace entre los de Sinaloa y EU, el 13 de junio de 2005, cuando Loya firmó un acuerdo de cooperación con la Oficina del Fiscal federal del distrito sur de California. Una declaración presentada en el caso de Zambada Niebla del agente de la DEA, Manuel Castañón, dice que “a partir de entonces, empecé a trabajar con Loya. Con los años, la cooperación con Loya dio como resultado la incautación de diversas cargas importantes de narcóticos y precursores químicos. La cooperación con Loya también permitió obtener información de inteligencia muy útil para el gobierno de los Estados Unidos”.
La relación entre Zambada, Guzmán y Loya con el gobierno norteamericano fue documentada por el periodista Bill Conroy casi desde el principio, y afirma que los narcos consiguieron un pacto de inmunidad con EU a cambio de información de cárteles rivales.
“El informante Loya Castro obtuvo información de los jefes del Cártel de Sinaloa sobre líderes de cárteles rivales y sus asociados y proporcionó la información al gobierno de los EU a cambio de un cheque en blanco para que el Cártel de Sinaloa pudiera continuar su empresa narcótica en los Estados Unidos y México sin interferencia a cambio de inmunidad y protección ante detenciones de autoridades estadounidenses y mexicanas”, escribió Conroy al respecto, quien también apuntó que “el acuerdo de supuesta protección a las operaciones del Cártel de Sinaloa aseguraba el debilitamiento de la competencia -como la organización de Vicente Carrillo Fuentes, de Ciudad Juárez”.
Esto beneficiaría a los EU porque el objetivo era conseguir victorias contra el narco y también publicidad periodística acerca de su efectividad, aunque para eso hayan tenido que morir 50 mil mexicanos entre 2006 y 2011.
No hay buenos ni malos, ni amigos o enemigos. Desde las declaraciones de Loya, públicas además, puede constatarse que las guerras contra las drogas organizadas por México y Estados Unidos ni siquiera existieron porque los fines para los que fueron creadas son otras y que las actividades del Cártel de Sinaloa estaban bajo protección del gobierno norteamericano.
Guzmán fue capturado en México dos veces y las dos veces logró fugarse sin ninguna dificultad. Consiguió esconderse, además, aunque el aparato de inteligencia del Estado lo ubicaba una y otra vez.
El primer escape sucedió en el penal de alta seguridad de Puente Grande, el 19 de enero de 2001. Guzmán había sido capturado en Guatemala en 1993 y en Puente Grande convivía en el interior de Puente Grande con su amigos, uno de ellos Héctor Palma, “El Güero”, quien llegó a Puente Grande en 1995 y que después fue acusado de organizar el escape. La versión más conocida de estas fugas, relatada por Vicente Zambada durante el juicio que se le siguió en EU hace unos años, dice que El Chapo se escondió en un carrito de ropa sucia, y que alguien iba empujándolo hasta salir de la prisión sin que nadie lo revisara. Otra versión dice que escapó en un camión de basura y la periodista Anabel Hernández señala que salió caminando, por la puerta, sin que nadie lo molestara.
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Tampoco le preguntamos, ni queríamos saber, pero él se nos acercó sin que nadie lo viera llegar. Era octubre en el 2015, cuando íbamos a ver a alguien al penal federal del Altiplano, preso por una acusación de narco que al final resultó falsa pero también sentencia de muerte. Oriundos del norte del país, viajaban para ver a su pariente cada tanto porque tampoco tenían fácil acceso. Del penal del Altiplano en Almoloya de Juárez, a media hora de Toluca, el Chapo se escaparía la segunda vez, el 11 de junio de 2015 después de que le cavaran un túnel desde una casa cercana. Eso es lo que dicen.
Pero era octubre y era también el 2015. La seguridad del penal se había endurecido pero no tanto como para no permitir que alguien se acercara para vernos mejor, como si eso no se pudiera ya en una prisión como ésa.
– Yo sé quiénes son y sé que vienen a ver al nuevo. Porque los he visto antes, ni piensen mal o que yo los haiga vigilado, eso no, eso lo hacía en otros tiempos, pero me dejaron aquí, olvidado aunque les haiga prestado todos tipo de servicios y favores.
– ¿Sí? –dijo alguien del grupo. Y eso.
A él, al que nos hablaba, nadie se le acercaba y ya su soledad lo había destacado otras veces, cuando se le veía solo, vagando o mirando, porque sólo eso se puede hacer en el corto tiempo que los que pueden salir al sol lo hacen.
– ¿Cómo tratan a tu pariente? –dijo él, como si no supiera cómo lo trataban –Porque yo te lo puedo cuidar, ése.
– ¿Y cómo puedes hacer eso?
Entonces dijo: “porque yo era el guardaespaldas del Chapo Guzmán y a mí me respetan aquí”. Sucio, desastrado, parecía no tener el poder que decía pero nadie se le acercaba. Tampoco nadie le hablaba, ni los guardias. Nadie, nadie, nadie.
Y dijo:
– Yo le organicé una parte de la fuga del Chapo en Puente Grande. Estaba la celda del Chapo, luego estaba la del Güero Palma y después estaba la mía. El día que se había elegido, los custodios dejaron abiertas las puertas de mi celda. Entonces salí y yo me encargué de abrir las celdas del Chapo y del Güero Palma. Ya para ese momento los custodios me habían dado un AK-47 y se dejaron amarrar. Y por eso el Chapo salió por la puerta, todo lo demás es mentira. Yo abrí las puertas.
– ¿Por qué no te fuiste con él?
– Porque el Güero Palma me dijo que nos iríamos luego, pero luego me olvidaron.
Y es que a Héctor Palma se lo llevaron a ADX Florence, en 2007, para que se pudriera en vida los 16 años que le echaron encima y que terminaron hace poco porque el capo obtuvo libertad anticipada por buena conducta.
Al guardaespaldas del Chapo lo olvidaron casi para siempre y después lo pasaron al Altiplano. Y según él, todo lo que tenía, todo, excepto el miedo que trasmite, se fue para siempre.
– Me quedan una cobija, un pantalón y una playera.
Entonces pidió lo siguiente: “Ira, si me taren un poco de ropa, y una Santa Muerte, con eso la hago y te protejo a tu tío.
– Bueno, lo de la ropa se puede y te traemos comida. Lo de lo otro, pues que la dejen pasar y pues vemos.
– Pero ira, mi Santa Muerte la quiero así de grande –y señalaba un punto entre el suelo y casi un metro de altura- bañada en oro. Yo te la voy pagando, me dices cuánto es.
Después de la fuga ayudaba al guardaespaldas la esposa del Chapo Guzmán, pero luego lo cambiaron al Estado de México y en esos movimientos perdió su celular y el acceso a las ramas.
– Y entonces todo valió madres –dice, como si eso fuera todo lo que importara.
Después se despidió, encargando sus peticiones de nuevo. Ropa y Santa Muerte, que no le faltara sobre todo esta última. El grupo, con la boca abierta, se despidió de su familiar y salió del lugar. Poco después saldría también el tío, solo para encontrar la muerte en una ejecución que terminó por hacernos invisibles a todos, incluso a los que ya lo éramos. El guarura del Chapo Guzmán se quedó ahí, en el penal del Altiplano con su carga de historias, soñando con la muerte, con su santa, querida, dulce muerte.