16 enero, 2025

«Antes que nada sucediera, me mandaban mensajes a mi celular en los que me advertían que me iban a levantar»

«Antes que nada sucediera, me mandaban mensajes a mi celular en los que me advertían que me iban a levantar»

Miguel Alvarado: texto. Brenda Cano: diseño.

Iguala, Guerrero; 19 de mayo de 2022.

Hace una pausa y bebe su Coca. Da un sorbo largo que le resbala por los labios y alcanza su cuello, estirado y azul por el esfuerzo. Parece que la sed que tiene va a durar siempre pero a él no le gusta el agua, y menos ahora que trae algo atorado, pero dice que no en la garganta sino en su vida, y que puede verse en la manera en la que ahora camina, con los pasos enredados y los brazos caídos cuyos puños se cierran con esfuerzo y débilmente. Entonces termina y deja la botella. Saca un cigarro porque es lo que siempre hace, aunque se encuentre tranquilo, aunque no vaya a encenderlo sino hasta que se vaya.

Aquí en Iguala se siente a salvo, en la selva pastosa en que se ha convertido la calle de la central camionera -Salazar y Galeana- donde vienen los halcones a guachar y a comer en el mercadito municipal de enfrente. Son de las bandas de La Bandera, de los Números y de los Peques, que sobrevivieron a la desbandada del cártel de los Guerreros Unidos después de los levantones y asesinatos de los 46 estudiantes de Ayotzinapa, en 2014. Unos llevan hasta playeras con el nombre de sus grupos, que lucen como una marca o un distintivo que eventualmente les va a arrancar hasta la vida, si no se salen, si no dejan que se salgan.

En esta ciudad las motonetas encontraron su reino y sus conductores la mejor manera de avisar a los cárteles de los movimientos que parecen sospechosos. Pero una vez en Iguala todos somos sospechosos de algo, aunque Alejandro insista en que aquí se siente a salvo.

Entonces, cómo te levantaron.

– Antes que nada sucediera, me mandaban mensajes a mi celular en los que me advertían que me iban a levantar. Me describían el modelo de mi camioneta y me enviaban las ubicaciones de los lugares en los que había estado durante el día. Eso duró como una semana, hasta que en una calle poco transitada de Tlalnepantla, en el Estado de México, un auto me salió de frente y me cerró el paso. Entonces se bajaron dos personas con armas largas, que se veían largas y pesadas. Uno se puso enfrente de la camioneta y otro se fue al lado de mi puerta y gritó que me bajara. Y pues me bajé, todavía pensando que era un asalto y que se iban a llevar el vehículo- dice ya más calmado mientras el sol le quema las manos, que ha colocado en la barra del puesto de tacos. Aquí todos lo ven pero también él puede mirarlos a todos.


Pero en eso también se equivocaba. Nada más bajar lo agarraron y le gritaron lo que gritan casi todos: “¡órales, hijo de tu puta madre!, te queremos a ti, no a tu pinche camioneta.

Eran las tres de la tarde del 25 de marzo de 2022. Lo metieron a un auto que no sabe si era un Aveo pero que se le parecía mucho. Todavía no sabe por qué lo levantaron ni por qué lo llevaron al sur del Estado de México, a un rancho de seguridad en el que había más personas.

– ¿Cómo sabes que te llevaron al sur del Estado de México?

– Por varias cosas. Por la forma en que hablaban mis captores, por el paisaje que se alcanzaba a ver desde el cuarto en el que estaba y porque cuando me dejaron ir llegué a Tejupilco y ahí una persona me ayudó y pude avisar dónde estaba- dice Alejandro.

El rancho al que lo llevaron tenía instalado un cuartel general de operaciones. No era una banda cualquiera la que operaba ahí, porque, refiere Alejandro, pudo ver un cuarto enorme en el que se monitoreaban por internet cuentas de redes sociales y sitios de información. Había ingenieros en sistemas y expertos en informática trabajando ahí, enfocados en la obtención de datos. Había fotografías de funcionarios federales pegadas a las paredes, que él reconoció porque trabaja en una dependencia federal en el Estado de México. Las fotos correspondían a compañeros suyos y estaban las de él mismo, impresas en diversos tamaños y marcadas con chinchetas o clavijas de distintos colores. Había un pizarrón con nombres y se veían pantallas que reflejaban operaciones bancarias. El rancho era enorme y en él se encontraban decenas de autos que utilizaban cada tanto. Calcula que eran hasta 100 las unidades que estaban ahí.

Alejandro llegó al rancho de seguridad el 25 de abril y el 28 de mayo oficiales del ejército daban a conocer la llegada de una avanzada del Cártel de Jalisco Nueva Generación al Estado de México, lo cual se pudo comprobar el 4 de mayo, pocos días después, cuando sicarios de la Familia Michoacana atacaron a balazos oficinas regionales de la Fiscalía del Edoméx en Sultepec, en la Tierra Caliente mexiquense. Ese día el cártel de los hermanos Jhonny y Alfredo Hurtado Olascoaga cerró carreteras y organizó manifestaciones para impedir el acceso de refuerzos policiacos, que tampoco hicieron demasiado para ayudar a sus compañeros, aunque esa orden provino del nuevo fiscal del Estado de México, José Luis Cervantes Martínez, que se tardó un día para enviar apoyo a los agentes de la región.

Esos ataques fueron firmados por los jefes sicarios de la Familia Michoacana, los mismos que han atacado durante dos años a los policías de la Fiscalía causándole más de 20 bajas en diversos enfrentamientos. El 13 de mayo la Fiscalía festinaba por la captura de Valentín “N”, a quien le dicen El Zopilote, en el municipio de Texcaltiltlán. Junto con él, fueron capturados 3 mujeres y un hombre, y aunque la Fiscalía dice que está relacionado con el último ataque en Sultepec, se trata de un capo muy menor. De los verdaderos responsables, como los jefes Hurgado Olascoaga y los sicarios Alberto Romero Pérez, “Macrina”; Silverio Martínez Hernández, “Fierros” y Gilberto Misael Ortiz Trujillo, “Barbas”, no hay nada, ni un rastro, aunque en el sur mexiquense señalan que sus ubicaciones se encuentran en los municipios que forman el Triángulo de la Brecha, la triple frontera de Michoacán, Guerrero y el Estado de México.

Silverio Martínez Hernández es quien firma las mantas que cuelga la Familia Michoacana. Así pasó el 4 de noviembre de 2019 en Sultepec y el 5 de mayo de 2022 en ese mismo lugar, así como en Ixtapan de la Sal, Tonatico, Coatepec Harinas y otras plazas. El 9 de noviembre de 2019 apareció el cuerpo de un hombre en Tonatico y sobre él otro mensaje del Comandante Fierro: eso “le va a pasar a los violadores, andamos haciendo su gale”. Al otro día y hasta el 12 de noviembre, en Toluca aparecieron narcomantas en las que la Familia declaraba la guerra a la Fiscalía. El recuento de las apariciones del Comandante Fierro sigue porque el 27 de febrero entraban al sur mexiquense los del Jalisco Nueva Generación y le avisaban al sicario que ya sabían en dónde se escondían. Silverio Martínez Hernández tiene otro alias, y se le ubica también como José Luis Rodríguez Gama, quien según las propias autoridades tiene 30 años, dos órdenes de aprehensión y ubicaban su base de operaciones precisamente en Coatepec Harinas.

El Comandante Fierros es un sicario de altos vuelos y mucha suerte, porque los reportes policiacos lo involucran en ejecuciones en todo el corredor de Coatepec Harinas-Taxco. Su movilidad llega hasta Guerrero y encabeza operaciones para tomar la plaza de Iguala.

El Comandante Fierros encabezó un comando que ejecutó, el 20 de noviembre de 2018 en Taxco, a tres policías y a un integrante de la Cruz Roja cuando entregaban ayuda en el pueblo de Tenerías. En esa acción también resultaron heridos nueve personas más, entre integrantes de la Cruz Roja y pobladores.

Además, “aliados a la Familia Michoacana y bajo el mando de Johnny Hurtado Olascoaga (“El Pez”), “El Rany” y los líderes de los 20 sicarios, “El Pelón”, Carlos Zagal Jacobo, y alias “El Fierro” (José Luis Rodríguez Gama) son buscados por haber sido los presuntos autores de los asesinatos de los sacerdotes Germaín Muñiz García e Iván Añorve Jaimes, el pasado cinco de febrero (de 2018) después de haber asistido a un baile en Taxco”, recuerda el diario El Sur de Acapulco.

El Triángulo de la Brecha o Triángulo de la Muerte es un territorio extenso que llega hasta Tuzantla y Huetamo, en Michoacán; Zirándaro, Tlapehuala, Ciudad Altamirano, Arcelia, Cutzamala, Totolapan, Coyuca de Catalán y Tlalchapa en Guerrero; y Tejupilco, Luvianos, Zacazonapan, Amatepec y Otzoloapan, entre otros, en el Estado de México.

Reportes recientes del ejército mexicano han registrado secuestros y balaceras sobre la carretera Toluca-Tenancigo, en el tramo del poblado de Zictepec, ahí donde se atraviesan las brechas que cruzan por el parque nacional Galeana y conducen hacia la población de San Antonio Agua Bendita, otro de los refugios del cártel de la Familia.

Esos secuestros operan de la misma manera: un auto en plena carretera se para enfrente de otros vehículos. Se bajan siempre dos hombres armados, uno se para en la parte de enfrente y el otro se va al lado de la puerta del conductor. Con amenazas se llevan a los tripulantes y los levantan. Los trasladan a los ranchos de seguridad, donde negocian su libertad.

II

Alejandro estuvo poco en el rancho de seguridad, porque la entrada de los del Cártel de Jalisco Nueva Generación espantó a los habitantes del lugar.

– Todo el tiempo cavaban en los prados del rancho. Todo el tiempo estaban haciendo agujeros- dice Alejandro, quien está seguro de que esos hoyos eran tumbas clandestinas en donde arrojaban los cuerpos de desconocidos, aunque él nunca pudo ver si alguien era enterrado. Lo que sí vio en funcionamiento es la enorme maquinaria que despliega la Familia Michoacana, que se enfoca en civiles pero sobre todo en funcionarios federales que trabajan en el Estado de México, como son directores regionales de la Secretaría del Bienestar o delegados federales de las distintas secretarías.

También pudo enterarse de los cobros que la Familia Michoacana realiza a los floricultores de la zona de Villa Guerrero, Tenango, Tenancingo, Zumpahuacán e Ixtapan de la Sal, a quienes cobra un peso mensual por cada metro cuadrado que ocupen los terrenos de siembra.

III

Alejandro fue subido a uno de los autos que estaban estacionados en el rancho. Dos personas se subieron con él y se metieron a las brechas. Una hora más tarde se detuvieron y lo bajaron. Le dijeron que en cuanto dejara de escuchar el ruido del auto se quitara la capucha y caminara hacia abajo. Fue por eso que pudo llegar a Tejupilco y de ahí hablar por teléfono para que alguien fuera por él.

Otros funcionarios federales han referido historias similares y no saben a qué atribuir los levantones o los intentos de secuestro. Lo que sí saben es que en el 2023 van a tener que operar en la región electoralmente, porque se vienen los comicios para elegir al nuevo gobernador y el PRI y sus alianzas no alcanzan de ninguna manera a Morena, sean quienes sean los candidatos.

-Se trata de una operación que no manejan los sicarios. Esta operación de secuestro e intimidación está orquestada por un equipo inteligente que sabe aplicar estrategias de terror que van desarrollándose y desplegándose por etapas, con objetivos claramente elegidos.

Las tumbas clandestinas son el mensaje inmediato que ya ha sido entregado a algunos de ellos.

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