Por: Carla Valdespino Vargas
A México no le importa que lleguemos con las manos vacías,
que no tengamos dónde dormir;
lo único que quieren es deshacerse de nosotros [una vez más],
pues nos pagan el boleto de regreso al pueblo,
pero al llegar, no existe una oportunidad de sobrevivencia…
a México nunca le hemos importado
Palabras de deportados
El flujo de deportados continúa su curso, no hay descanso, no hay horario, no hay protocolo; su llegada es inminente y México no está preparado para que ellos reingresen a este país que un día los desterró, arrastrándolos a la aventura de cruzar la línea y conseguir el llamado sueño americano.
Una fría oficina del Instituto Nacional de Migración recibe un río de deportados con una simple papeleta blanco-morada, cuyas letras recuerdan un nombre y una ciudad de origen…muchas veces olvidada. Es un proceso sencillamente mecánico llamado repatriación humana.
Su calidad de deportados cambia en el instante en que reciben ese trozo de papel, convirtiéndose así, en repatriados. El INAMI les ofrece la opción de regresar a sus pueblos, dicha institución costeará el boleto del camión[1].
Miento, no es la única oferta que el gobierno mexicano brinda a los repatriados, existen dos caminos por tomar. El primero consiste en la fácil tarea de internarse directamente en la gran Tijuana[2] e integrarse a las filas del desempleo, delincuencia, trabajo en la maquila, construcción… Adentrarse a TJ y buscar-esperar la manera de cruzar una vez más hacia Estados Unidos: el camino por el desierto/por el túnel/escondidos dentro de un auto/…/ se transforma en la segunda vía, la más segura, que México ofrece a sus repatriados.
Mary Galván[3] nos invita a reflexionar sobre la llamada repatriación humana, ya que la entrega de un papel no es suficiente. El gobierno de México no posee un plan específico para recibir a los deportados, quienes son completamente invisibles para el Estado mexicano. Por ejemplo, no existe ninguna política, ley y/o programa que apoye legalmente a las madres que han sido separadas de sus hijos[4].
No quiero adelantarme, los repatriados apenas han entrado a nuestro país; el INAMI les ha entregado una papeleta. Mas los migrantes no desean un papel, buscan a alguien quien les explique qué ha sucedido realmente, se encuentran en estado de shock, el cual no les impide comprender bien a bien que fueron obligados a regresar a este país, del que huyeron alguna vez.
Los agentes del INAMI, junto con la Border Patrol y las políticas anti migrantes norteamericanas[5], han segado toda posibilidad de retorno y un largo pasillo se extiende ante los repatriados, una zona franca resguardada por la Secretaria de Marina-Armada de México. Los marinos no ofrecen nada, más que un arma al hombro, lo que no representa ningún consuelo.
Mas el Módulo de la Coalición pro Migrante está ahí, como un pequeño resquicio entre la confusión. Los misioneros-voluntarios reciben a cada migrante con la pregunta ¿quiere un café y un burrito?, pocas veces se espera la respuesta; la promesa de comida es entregada de forma inmediata, al tiempo que ellos anotan su nombre en una lista. Muchos piden doble ración, no han comido en un día, quizá más.
El Módulo es testigo de miles de historias: la mujer que fue obligada a dejar a sus hijos; el joven tatuado que acaba de salir de la cárcel; el hombre de 60 años que arrojado después de media vida en Estados Unidos de Norte América; la chica en ropa deportiva, la joven sin zapatos, el joven en ropa de trabajo; los mixtecos que no entienden el español y que han sobrevivido en su sueño americano gracias a las redes que los indígenas oaxaqueños han extendido en ambos países.
El cesto de basura está lleno de pruebas de deportación: lágrimas, brazaletes y zapatos de prisión, bolsas con el sello del Departamento de Inmigración de Estados Unidos, papeletas del INAMI… sueños rotos.
Además de un poco de comida, la Coalición ofrece la posibilidad de permanecer un tiempo en la Casa del Migrante, en el caso de los hombres; siendo el Centro Madre Assunta, el espacio para las mujeres[6].
La misma Coalición brinda apoyo legal para aquellos que fueron maltratados en su traslado hacia México, esto es, si al esposarlos los lastimaron, si los insultaron, si prendieron al aire caliente del transporte, si no les dieron de comer, si los golpearon.
Muchos rechazan toda ayuda, lo único que desean es irse a su tierra o encontrar la posibilidad de regresar a Estados Unidos. Otros, piensan que será fácil sobrevivir cuando reciban algún dinero de sus parientes no-deportados; pero esas ilusiones se desvanecen al enterarse de que no podrán cobrar un solo centavo pues carecen de una identificación oficial mexicana, es decir, la credencial de elector.
Pocos permanecen en la zona franca, algunos esperan su traslado a la Casa del Migrante o el Centro Madre Assunta. Otros aguardan a que el Grupo Beta les entregué su pasaje. Pero la gran mayoría, después de haber comido un burrito, tomado café y llamado por teléfono, se adentran a la gran Tijuana. A los pocos días, llegan solos a la Casa del Migrante/Centro Madre Assunta; a los pocos días encuentran la forma de regresar para atrás [sic], es decir a Estados Unidos; a los pocos días retornan al pueblo; a los pocos días se instalan en alguna calle de TJ… a los pocos días saben que deben comenzar de nuevo desde la miseria… regresar para atrás… no hay más.
[1] El Grupo Beta del INAMI es el encargado de realizar dicho trámite, así como también ofrecen a los migrantes repatriados realizar una llamada gratuita a cualquier parte del país.
[2] Hay que preguntarse quién tiene el valor de sumergirse en las calles de una de las ciudades más peligrosas de México. Cabe mencionar que muchos deportados-repatriados tienen miedo de pisar esta ciudad, debido a que los medios de comunicación norteamericanos se han encargado de difundir esa imagen sobre TJ.
[3] Trabajadora Social del Centro Madre Assunta. Ella conoce las historias de cada una de las mujeres que ha pisado dicho albergue.
[4] Cuando los hijos son menores de edad deben permanecer en albergues del Estado norteamericano mientras se soluciona la situación migratoria de sus madres.
[5] Es bien sabido por todos que México hace muy poco por suavizar dichas políticas. No podemos olvidar que tanto para México como para los Estados Unidos de Norteamérica los trabajadores carecen de derechos. Por ejemplo, ya que han trabajado durante años –o varias temporadas- en el fil –field– americano, y ya no son útiles, la Migra los arroja a la Garita de San Ysidro; mientras que el Estado mexicano les ofrece miseria.
[6] Ambos albergues están administrados por los Misioneros y Misioneras Scalabrinianos.