17 enero, 2025

El universo y la tuna: ¡Viva TunAstral!

El universo y la tuna: ¡Viva TunAstral!

Toluca, México; 19 de mayo de 2024

Patricia Ramírez: texto. Brenda Cano: diseño de portada

La primera vez que escuché hablar de TunAstral fue en voz de Roberto Fernández Iglesias, “El Gordo”, en la Facultad de Humanidades, él presentaba Trastienda, un poema de largo aliento publicado en 1994 en la colección Libros de la tribu de TunAstral.

Tiempo después me reencontraría con Roberto y con TunAstral en El Biarritz, un café restaurante ubicado en el centro de Toluca, en la esquina de Nigromante y Villada, donde los lunes se organizaba un café literario para “promocionar, divulgar y difundir a los autores de TunAstral, así como a escritores de otras partes del país y del mundo que cumplían con los requisitos mínimos de calidad estética e intelectual”. Creí entonces que el grupo lo integraban El Gordo y Margarita Monroy, una mujer que siempre pasaba un cuaderno de registro y tomaba fotografías, que iba y venía por el espacio con prisa, con una presteza que contrastaba con la serenidad de Roberto.

Ya antes habían llegado a mis manos algunos número de CAmviAvíA, esa publicación periódica que, como menciona la editorial de su primer número, el 1 de mayo de 1996, hacía constar “que la cultura no es objeto de adorno oficial o privado [sino] condición intrínseca de humanidad, con expresiones tan especializadas como las ofrecidas por instituciones de varios tipos y figuras”. En ella se leían diversas colaboraciones, se hablaba de literatura, de teatro… de esa cultura de la que por alguna razón yo quería formar parte.

Para mí, entonces, ir a los cafés tenía el encanto de la intelectualidad, de la rebeldía contra las instituciones, del discurso sin cortapisas de los participantes. En ese entonces no sabía que más tarde Roberto sería mi profesor en la Facultad de Humanidades y que, tal como decía el mito, si no asistía a su materia me pondría como calificación el promedio general del semestre; tampoco sabía que también sería mi maestro en la escuela de escritores de Metepec, entonces Sogem y hoy Juana de Asbaje, a cuya materia sí fui y de quien aprendí tantísimo.

Yo llegué a TunAstral ignorante de que en su haber ya se contaban 30 años, menciona Margarita Monroy en las páginas una edición de 2017 de La Colmena, de “una agrupación con una relevancia fundamental dentro de los ámbitos culturales del Estado de México y aún fuera” y habla también de “la tribu tunAstral”, tres décadas de cafés literarios, de Casa TunAstral, de cAmbiAvíA, de ese grupo de artistas que se adhirieron a la causa y que cuyo nombre, cuenta también Margarita, surgió al amparo de la madrugada durante una caminata de Roberto y Carlos Olvera por los portales de Toluca:

En la persecución de la Toluca cultural, para mí, los nombres de quienes participaron en TunAstral cobraron sentido: Carlos Olvera, Francisco Paniagua Gurría, padre de la teatrista Betania Paniagua, ella sí de mi generación; Alejandro Ariceaga, el tío de un amigo cuyos narraciones me sembraron una visión estética (que no bella) de la ciudad donde nací; Luis Antonio García Reyes, a quien conocí en el Consejo Editorial pasando la segunda mitad de la década de los dosmil y otros que, con la naturalidad que da el pasar del tiempo, se volvieron parte del entorno cultural.

Las experiencias de mi generación se fueron fraguando en el entorno que dejan los mayores, y quizá sin movimientos como el de TunAstral no se habrían consolidado otras propuestas culturales importantes que ocuparon su lugar cuando tuvieron que hacerlo y que ahora forman parte de otros proyectos o, quizá, de otras nostalgias.

Entre esos tiempos y ahora han pasado casi otros treinta  años. TunAstral fue y es referente de mi paso por esta ciudad y hoy puedo decir que de aquéllos que escribieron para cAmbiAvíA y que entonces me eran desconocidos, que fueron, algunos han sido y son maestros y cariños, entre ellos el propio Gordo, con quien compartí abrazos, la mesa de la hermosa Casa de la Mayora, le presenté un libro de Diabluras o me tomé alguna foto en el Librero Bobby Whatson

TunAstral se dibuja en mi imaginario como un gran movimiento: permanente, resiliente, provocador, que en su cumpleaños número 60 sigue siendo referente, de las generaciones iniciales a las más nuevas, pretexto de convergencia y cuyo trabajo editorial de amigos queridos se guarda: Alejandro León Meléndez, Alfonso Sánchez Arteche o Blanca Aurora Mondragón, por mencionar algunos autores de los 60 publicados, los 41 libros o las 24 cartas literarias.

De TunAstral ediciones provienen algunos títulos que hoy en día siguen siendo de mis imprescindibles: uno de ellos Bromas para mi padre, de Eduardo Osorio, que recibí como regalo de Adalberto Téllez y que leí poco después de la muerte de mi padre y que, tantos años después, ahora, cuando lo hojeo, me sigue doliendo por el puntillazo del filo poético y humor negro de su autor, y dos: Peleas, de Félix Suárez, aquellos poemas de desamor que en mi juventud hicieron mella y que, aunque ya nos los sufro, me embelesan aún por las posibilidades poéticas de la palabra.

Por todo, el anuncio de la celebración de los 60 años de TunAstral en el Centro Tolzú me entusiasmó tanto como el encuentro con amigos y amigas de otras generaciones y de la mía: Cecilia Juárez, Flor Cecilia Reyes, Alonso Guzmán, Blanca Aurora Mondragón, Jorge Manuel Herrera.

Para escribir al respecto Margarita (cuyos aprecios, confieso, fueron más difíciles de conquistar), me aceptó una pequeña entrevista, me contó de los trabajos y desvelos de TunAstral pero de la satisfacción y de la resistencia, así como de la lucha a contracorriente ejercida durante muchos años. Margarita me dijo que ahora, por las posibilidades de las redes, cualquiera se dice poeta pero eso no es necesariamente cierto. Dice que se necesita seguir trabajando para que la gente se dé cuenta que hay más, agrega que promover la literatura y la lectura es de las cosas más difíciles y responde, ante la pregunta de la buena o mala labor que hacen las instituciones, que los políticos siempre se van y los promotores se quedan. TunAstral permanece, dice, “seguiremos, seguiremos y seguiremos”.

TunAstral acaba de reeditar Mejicanos en el espacio de Carlos Olvera, el café literario se sigue realizando de manera virtual, así como el taller de lectura, también ha incursionando en las redes  sociales. Yo me compré una playera de TunAstral y la luciré con gusto por todo lo que ya he contado. Cuando le pregunto a Margarita qué haría y qué no haría luego de 60 años, me responde que seguiría publicando libros y haciendo los cafés, pero lo piensa un poco y no puede contestarme qué no haría, al contrario, menciona que quisiera manos y dinero para hacer más, yo sonrío porque estoy segura que TunAstral, desde lo que es y representa, debió haber hecho lo mismo, porque ha hecho lo debido para trascender.

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