José Enrique Rojas González
Imagen: Karen Colín
Toluca, México; 28 de marzo de 2019. El serpenteante río Chignahuapan, la vena abierta del Xinantécatl que nace en los manantiales de Almoloya del Río, en el Estado de México, alguna vez albergó vida y fue el eje de las actividades sociales en el México Prehispánico, en la Época Colonial y buena parte de la vida independiente del país. La industrialización del valle de Toluca, masificada por el gobierno federal en la segunda mitad del siglo pasado, desencadenó la desecación de las antiguas lagunas del río, el establecimiento de industrias en el Alto Lerma, el traslado del agua para saciar la sed de la capital del país y la contaminación del afluente.
No obstante que en sus primeros kilómetros de cauce el Lerma es un río muerto sin oxígeno, el afluente medianamente se purifica en los municipios del norte del valle de Toluca, en donde sus aguas son desviadas a los campos de cultivo en una tierra en la que la agricultura, otrora actividad preeminente, hoy ha sido desplazada por el comercio.
El Lerma, que desemboca en el Lago de Chapala y cuyo apéndice, el Santiago, expulsa las aguas en el Mar de Cortés, es uno de los más importantes ríos de México, país en el que existen tres vertientes donde los principales afluentes, alrededor de 135, esparcen sus aguas: la del Pacífico, la del Golfo de México y la interior, en donde los cuerpos de agua no alcanzan alguno de los litorales del territorio nacional.
El río tiene una longitud de 708 km y drena una cuenca de aproximadamente 47 mil 116 km2 a lo largo de los estados de México, Guanajuato, Jalisco, Michoacán y Querétaro. La cuenca del río Lerma-Santiago cubre una extensión aproximada de 132 mil 476 kilómetros cuadrados; desemboca en el lago de Chapala, en el estado de Jalisco. Ahí nace el río Grande de Santiago.El Lerma-Santiago es el segundo más grande del país, con una extensión de 1 mil 270 kilómetros, sólo detrás del río Bravo, que posee una longitud total de 2 mil 18 kilómetros y una cuenca de 226 mil 280 km2.
De los 708 kilómetros del Lerma, 125 recorren el Estado de México por los municipios de Almoloya del Río (donde nace el cuerpo de agua de los manantiales del Xinantécatl), San Antonio la Isla, Santiago Tianguistenco, Texcalyacac, Santa Cruz Atizapán, Capulhuac, San Mateo Atenco, Metepec, Lerma, Toluca, Otzolotepec, Temoaya, Almoloya de Juárez, Ixtlahuaca, Jocotitlán, Atlacomulco y Temascalcingo.
En los alrededores del río se encuentran 2 mil 500 industrias que desechan productos químicos en todo el Valle de Toluca, y esa zona concentra alrededor de 2.7 millones de personas que viven a sus alrededores y generan también desechos que son vertidos en las aguas del cuerpo hídrico.
Particularmente en la cuenca del Alto Lerma, ubicada en este municipio y en Toluca, existen más de 500 industrias químicas, de metal-mecánico, curtiduría, textiles, farmacéuticas, de plásticos, alimenticias y automotrices. Esta zona es una de las más desarrolladas del país y, al mismo tiempo, una de las más contaminadas de México, debido a la falta de regulación de los gobiernos municipales, estatales y federales por en el control de los desperdicios vertidos en el Lerma
La mayoría de las empresas ubicadas en la ribera del río contaminan con residuos peligrosos, emisiones dañinas a la atmósfera, contaminación de suelos, descargas de aguas residuales e impacto ambiental.
A los municipios les corresponde la regulación de las descargas de las aguas domésticas, a los estados las de residuos de aguas industriales a través de la instalación de las Plantas Tratadoras de Aguas Residuales (PTAR), las que, a través de procesos químicos, eliminan los desechos orgánicos y biológicos domésticos; por su parte, la federación, a través de la CONAGUA, regula los desechos de las industrias que se encuentran a lo largo de los 708 kilómetros del cuerpo de agua.
No obstante, la reglamentación de las empresas para el tratamiento de sus aguas residuales es demasiado laxa en el país. La organización Greenpeace ha indicado que el río Lerma contiene “metales pesados y disruptores hormonales”, los que son vertidos por empresas sin ninguna ordenación por parte de los gobiernos estatal y federal.
Los metales que la organización no gubernamental detectó en las aguas del Lerma son el cadmio, mercurio, plomo, tolueno y benceno, así como 51 compuestos orgánicos volátiles, la mayor parte de ellos tóxicos.
Los disruptores hormonales, o endocrinos, son sustancias químicas que afectan al desarrollo hormonal natural de los seres humanos y a sus procesos bioquímicos, afectando mayormente a los embriones de los seres humanos por la exposición.
Estas sustancias pueden afectar los procesos fisiológicos de los seres humanos, provocar infertilidad, deformaciones en genitales y en especies de peces e invertebrados cambio de sexo.
Entre los endocrinos más usuales figuran las dioxinas, el furano, plaguicidas, el DDT, los PCBs, el HCB, los ftalatos, los alquilfenoles, y el bisfenol-A.
El cadmio es uno de los metales más tóxicos y es uno de los componentes principales de las pilas, se utiliza como recubrimiento de rectificadores y acumuladores, así como en barras de control de flujo de neutrones y reactores atómicos.
Ese metal en el organismo provoca daño renal, diarreas, dolor de estómago, vómitos severos, debilitamiento óseo, fallas en la reproducción y posibilidad de infertilidad, daño al sistema nervioso central, al sistema inmunológico, desórdenes psicológicos y cáncer.
El mercurio es un metal usado en termómetros, barómetros, manómetros, esfigmómetros, válvulas de bombas al vacío, interruptores de mercurio, lámparas fluorecentes, amalgamas odontológicas, para producir radiación ultravioleta, para fabricación de productos químicos y aplicaciones térmicas y eléctricas.
La exposición a este metal afecta al sistema nervioso central y a los riñones. El mercurio puede ocasionar daño cerebral, retraso mental, falta de coordinación motora, ceguera, convulsiones e incapacidad para hablar.
El plomo es un metal pesado que es utilizado por las industrias para realizar aleaciones con otros metales para formar sustancias químicas más complejas, como el tetraetilo y los silicatos de plomo. Ha sido un elemento muy usado a lo largo de la historia de la humanidad, como base para la escritura, para recubrimiento de cañerías o para la fabricación de medallones, joyería o armas como espadas o lanzas.
Actualmente el metal es ampliamente usado en la industria para la fabricación de cubiertas de cables de teléfono, televisión, internet o electricidad; ha sido utilizado como pigmento sintético para fabricación de pinturas; en explosivos como el C-4, y el arseniato de plomo sustancia activa de insecticidas para erradicar plagas de insectos como cucarachas, mosquitos o animales que poseen exoesqueleto.
El plomo no tiene una función relevante en el cuerpo humano, y la ingesta de él puede ocasionar anemia, incremento de la presión sanguínea, daño a riñones, aborto espontáneo, perturbación del Sistema Nervioso Central, daño al cerebro, disminución de la fertilidad, cambios en el comportamiento como agresión e hipersensibilidad, y coloración azulada en las encías.
El tolueno es un hidrocarburo que es materia prima de las industrias que elaboran poliuretano, medicamentos, colorantes, perfumes, TNT y detergentes.
Su toxicidad provoca en el cuerpo humano depresión del Sistema Nervioso Central, hepatopatías, tubolopatías proximal y distal, ataxia, temblores, alteraciones en el comportamiento y polineuropatías.
El benceno es un hidrocarburo que es utilizado como materia prima por las industrias manufactureras en la fabricación de plásticos, resinas, nilón, fibras sintéticas, polímeros, gomas, lubricantes, tinturas, detergentes, medicamentos y pesticidas. Es un componente del petróleo y gasolina, así como del humo del cigarro.
En el ser humano produce somnolencia, mareo, taquicardia, vómito, irritación del estómago, mareo, daños en la médula ósea, anemia, hemorragias y daños en el sistema inmunológico, e infecciones por inmunodepresión.
Este coctel de toxicidad es un foco de infecciones para los habitantes que viven en las riberas del Lerma, quienes aún utilizan sus aguas para regar cultivos en la zona norte del Estado de México, principalmente en el subvalle de Ixtlahuaca, la parte norte del de Toluca.
Enrique Collado López y Gerardo Cevallos, ambientalistas de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad de Stanford, respectivamente, indicaron en entrevista para el portal Milenio en 2017 que “No hay oxígeno a lo largo de los primeros 15 kilómetros del río Lerma que cruzan por el Estado de México”.
Los especialistas señalaron que “[…] en los primeros 15 kilómetros del río Lerma, ubicados en territorio mexiquense, hay cero por ciento de oxígeno y son vertidos más de 425 millones de metros cúbicos de aguas negras domésticas e industriales anualmente”, lo que convierten a ese afluente, uno de los principales del país, en una coladera al aire libre.
Sin embargo, miles de familias aún utilizan sus aguas para regar sus cultivos en la zona noroeste del Valle de Toluca, en las zonas rurales de los municipios de Ixtlahuaca, Atlacomulco, Jilotepec, Temoaya, entre otros, que tienen en la agricultura una fuente de subsistencia y complementan el agua de lluvia con el riego de las aguas del antiguo río Chignahuapan.
En el estudio “Ríos tóxicos: Lerma y Atoyac, la historia de negligencia continúa”, Greenpeace indicó que los trabajos de las Plantas de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR) son deficientes, pues a pesar de que combaten los residuos domésticos y biológicos, “[…] no pueden eliminar muchas de las sustancias químicas peligrosas que la industria genera”.
Al ser un cuerpo de agua no entubado, las aguas de la cuenca alta del Lerma arrastran por su afluente sustancias químicas y biológicas tóxicas, las cuales dañan a la biodiversidad de las zonas más bajas del río, así como a los pobladores que viven cerca de la rivera y las toxinas pueden llegar a la cadena alimenticia cuando los pobladores utilizan esa agua para regar los sembradíos en las zonas rurales del Estado de México.