Miguel Alvarado: texto. Fernando Óscar Martín: imágenes. Brenda Cano: diseño.
Toluca, México; 30 de enero de 2022
Esta es la antigua Harinera de Toluca, su mole tremenda que retrataba lo que era la ciudad hace años y la forma de ser del toluqueño, o toluco, como se dicen entre ellos los capitalinos. Esta antigua harinera fue demolida para dar paso a un centro comercial propiedad de la ex alcaldesa de Toluca, Martha Hilda González Calderón, que hizo carrera a la sombra del grupo de Enrique Peña, el ex presidente de México y a quien el gobierno de la Cuarta T quiere, pero no puede -lo que equivale a no querer- investigar y encarcelar por corrupción. Ese centro comercial cuya construcción obligó a tirar la antigua harinera se llama Paseo del Molino y es lo que es: una cosa muy moderna que combina departamentos habitacionales con acceso directo a tiendas departamentales.

El Paseo del Molino, como casi todo lo que hacen los allegados el grupo político de Peña Nieto, tiene varios señalamientos. En el caso de los departamentos, quienes los compraron se quejan de que el costo de los mismos subió a pesar de haber firmado un contrato en el que se estipulaba un precio. Por área en la que el complejo fue levantado pasa un río por debajo, el Verdiguel, el río de Toluca que hace unos 60 años o más corría libremente por en medio de la ciudad hasta que alguien decidió cubrirlo y ahora son calles lo único que se ve. Todos sabemos que el Verdiguel existe porque por las noches, durante las tormentas que azotan la ciudad, sus aguas chocan contra los muros de edificios como el de la Cámara de Diputados y los cimbra con su oscura fuerza líquida. El Verdiguel es amplio y poderoso, pero la bóveda que lo cubre no, así que otro miedo constante de quienes viven o van al Paseo del Molino es que de pronto, éste se derrumbe sobre sí mismo y abra un boquete que en ese mismo lugar ya había abierto hace un tiempo, cuando el 11 de febrero de 2015 un hombre fue tragado y triturado por el río. Nadie dijo nada en ese momento, sólo que era obvio que quien construye sobre el río tendrá que esperar a que algo así pase.
Hace dos años el municipio reportaba, desde el Atlas de Riesgos, que 3 mil 144 metros de la bóveda del río Verdiguel se encuentran en condiciones de riesgo inminente, y en esa misma ruta hay detectados 158 inmuebles que se encuentran sobre o junto a la bóveda; además, la longitud que recorre en la zona territorial de riesgo es de 5 mil 843 metros, extensión sobre la cual hay 240 inmuebles.

Se estima que el centro comercial Paseo del Molino costó cerca de 80 millones de pesos. El Molino tiene además un complejo de 176 departamentos de lujo y 151 oficinas, distribuidos en tres torres de 15 pisos cada una, los cuales se venden aún entre uno y medio y siete millones de pesos.

Esta enorme mole ocupa una extensión de más de 7 mil 500 metros cuadrados y se comenzó a construir hace 5 años arriba de la bóveda del río Verdiguel, cuyo cauce tiene origen en las faldas del Nevado de Toluca y que originalmente se llamó Xicualtenco, “El de las floridas márgenes”. Posteriormente, en el período colonial, se le bautizó definitivamente como Verdiguel.
Autoridades locales señalaron en ese tiempo que el agujero resultante surgió debió a que se unió la bóveda con un conector de agua. Para cumplir los requerimientos de la Conagua, los constructores de Paseo Molinos desviaron el curso del agua del Verdiguel, pero los ingenieros que realizaron ese trabajo advirtieron en su momento que el agua buscará de nuevo su cauce original, comprometiendo la resistencia de los edificios.

No es verdad que no haya quedado nada de la antigua harinera. Queda una fachada blanca sin historia, o sin historia visible, el riesgo en el que se encuentra el Paseo del Molino y una serie de imágenes del fotógrafo Fernando Óscar Martín, un artista que se ha encargado de documentar los espacios por donde pasa. Argentino pero radicado hace mucho en México, a Fernando Óscar lo atraen las tradiciones: las danzas de los pueblos, las festividades diversas del Día de Muertos y espacios como el de la harinera, que han muerto junto con la vieja ciudad de Toluca.
Antes de que llegaran las máquinas, de que alguien tuviera la idea de un centro comercial, ese espacio abandonado en el centro de Toluca lucía como un laberinto de ventanas, puertas y patios repletos de sombras. El rescate gráfico de la harinera que ha logrado el fotógrafo convierte a este documento en algo más que una serie de imágenes que de pronto desentierran la entraña de un moribundo. Se trata del retrato de la historia de una ciudad que hoy no sabe cuándo nació ni hacia dónde va, que carece de identidad y ni siquiera tiene una comida típica o una danza originaria.

Para el espíritu de Fernando Óscar Martín la harinera es un misterio, pero no. Es un eco incluso proveniente del futuro, pero no. Es un laberinto que desenmaraña, pero no. Es, sobre todo, una historia que ya se ha perdido y que por eso puede reescribirse con los trozos que los ignorantes reformadores de la ciudad van dejando.



