Miguel Alvarado
Imagen: Brenda Cano
Toluca, México; 5 de abril de 2019. La vida gangsteril en Toluca existe, tiene presencia. Domina en una gran variedad de actividades, incluyendo el de los medios de comunicación, pero también las listas de proveedores del gobierno del Estado de México, así como de ayuntamientos e instancias administrativas. La vida gangsteril en Toluca asesina lo mismo a propios que a ajenos. Ejecuta, sobre todo, a miembros de su círculo cercano que han entrado en conflicto con la familia que eso aparenta ser. Esa actividad actúa a la luz del día y no teme nada porque alrededor de ella se ejerce la impunidad y un blindaje tan antiguo como sus negocios los protege desde los gobiernos que han administrado al Estado de México.
A pesar de las historias de violencia y muerte que rodean a las familias que componen ese círculo, en Toluca alguna parte de la sociedad las considera prominentes y destacadas. Incluso los nombres de las familias tienen un parque público, que conmemora el aporte que, dicen, han hecho a la ciudad. Es el Parque Líbano, abierto en 2015 en el comienzo del Paseo Matlatzincas. Ahí, en una de sus paredes están los apellidos de todos, revueltos, sin distinción, hermanados por lazos de sangre pero también separados por las mismas razones. Hacer ese parque, o acondicionar la antigua pedrera de Toluca, costó hace cuatro años 28 millones de pesos y ha servido de casa para las placas grises en las cuales se han grabado los apellidos de Libién, Maccise, Chuayffet y otros.
El parque ni siquiera es un símbolo.
O sí.
Simboliza la perpetuación de la impunidad.
Mientras la ciudad duerme o trabaja o trata de hacer algo, lo mafioso toma las calles, los negocios, los medios de comunicación y construye sobre el abuso enormes edificios que, sobre todo los que se le atribuyen a Miled Libién Kaui, nunca se terminan, como aquella vetusta obra en Metepec, en la calle de Leona Vicario, que fue levantado gracias a que a muy pocos se les pagó el trabajo que hicieron ahí. Por fuera, la obra luce inacabada aunque por dentro, por lo menos en el primer piso, el paisaje cambia: la barra circular de un bar domina ese espacio y alrededor de eso, hay líneas de boliche, las cuales no están terminadas.
Los medios de comunicación son un gran negocio y la familia Libién siempre lo supo. Ni siquiera redactores dilucidaron que controlar diarios y poseer estaciones de radio generaban riqueza si se encontraba al cliente adecuado. Ese cliente fue el Gobierno del Estado de México, por otro lado cliente de todos los medios de comunicación. La relación comercial entre el gobierno mexiquense y los medios siempre ha sido así porque así es en todo el país. El gobierno, cualquiera que sea su nivel, paga publicidad y los medios viven o sobreviven con eso. Y esta práctica genera, en todos lados, control en sus diversas variantes.
Un hombre y su auto
Emir Garduño Montalvo es un hombre que de inmediato llama la atención. Se hizo famoso en la ciudad porque estacionaba los autos Ferrari que conducía en la avenida Venustiano Carranza, a la altura de Colón, mientras se bajaba a comer hamburguesas. Dejaba su auto ahí, a la vista de todos, cuidado por guardaespaldas parados a media banqueta. Hace cuatro años e incluso más, los Ferrari de Garduño Montalvo se volvieron parte del paisaje de la avenida Carranza, poblada desde entonces de bares y taquerías abiertos las 24 horas, todos los días. Javier, hermano de Emir, fue regidor de Metepec por el Partido Verde Ecologista y en las últimas elecciones buscó la alcaldía de ese municipio. Fue derrotado por Gabriela Gamboa, de Morena. Para entonces, ya pesaba sobre Jair la figura paquidérmica de su hermano, preso y condenado a 43 años, acusado de operaciones con recursos de procedencia ilícita, lesiones y extorsión.
A Emir Garduño Montalvo se le conoce mejor como Lord Rolls Royce y fue detenido en 2016 porque sus guardaespaldas golpearon a un automovilista, que resultó ser un agente federal. La agresión fue filmada y subida a redes sociales, y Emir fue identificado como un empresario de la construcción, protegido de Miled Libién Kaui. Para ese entonces, Emir ya había defraudado a todos, desde la empresa SARO, a la cual la Secretaría de Comunicaciones y Transportes le adjudicó de manera directa obras por 162 millones de pesos, para que construyera puentes vehiculares en Morelia, Michoacán. Y no cumplió.
Ahora en la cárcel y sin poder, Lord Rolls Royce, se consume en el olvido. Pero su protector no. Miled Libién es un potentado de los medios de comunicación en Toluca, pero sus plataformas de información no significan nada para nadie. Acusado por reporteros y editores de la ciudad por plagiar todo el contenido de los diarios que edita, navega en el desprestigio periodístico. Pero la historia de Miled en realidad no es esa.
Hijo por hijo
El 29 de marzo de 2019, un grupo de pistoleros se acercó a la camioneta Nissán de Anuar Guerra Libién, quien estaba estacionado en Metepec, frente a una concesionaria automotriz. Entonces le dispararon, ejecutándolo dentro de su vehículo. Después se fueron y nada se ha vuelto a saber acerca de los culpables. Anuar Guerra Libién tenía un reporte de desaparición fechado el 27 de abril de 2018, asunto del cual la Fiscalía estatal no informó su desenlace. Buscado o no debido a ese reporte, Anuar encontró la muerte en la camioneta que lo transportaba. Era proveedor del gobierno mexiquense y las notas de su muerte lo identifican como “parte de dos de las familias más conocidas e influyentes de Toluca, afines al grupo político del ex presidente de México, Enrique Peña. Por un lado, la familia Guerra Maccise y la familia Guerra Abud, relacionadas con Juan José Guerra, ex funcionario estatal y federal con Enrique Peña en diferentes etapas y por otro, la familia Libién, propietaria de medios de comunicación investigados por relaciones con el cártel de Jalisco Nueva Generación, así como por evasión fiscal. Naim Libién es dueño del diario Unomásuno y su hermano Miled Libién, es dueño de la estación de radio Superestéreo Miled”.
Su muerte, su ejecución, puso de nuevo los reflectores sobre la familia Libién, sobre los hermanos Naim y Miled. El primero es dueño del diario Unomasuno, pero fue detenido el 9 de septiembre de 2016 por defraudación fiscal. Tiene un hijo, Naim Libién Tella, quien fue identificado por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos como facilitador de tráfico de narcóticos de la banda de Los Cuinis, aliados del cártel de Jalisco Nueva Generación.
La historia de los hermanos Naim y Miled se pierde en los extraños lazos de sangre que ellos eligieron forjar. Su camino no ha sido fácil debido a la violencia que los rodea. El 8 de mayo de 1997, una crónica aparecida en El Sol de Toluca, firmada por Rosa María Coyotécatl y Magdalena Santiago, narraba parte de una masacre en la que participaron las familias de Simón Yamín y Miled Libién Santiago.
Todo sucedió en el tercer piso del edifico de Grupo Miled, que publicaba los diarios ABC, Express Deportivo, El Mañana y El Vespertino, que estaban ubicados junto a un prostíbulo llamado Safari, propiedad también de Miled, en el edificio 1337 en la calle de Hidalgo oriente. Allí llegó Simón Yamín acompañado por su chofer, cerca de la medianoche, para reclamar a Miled Libién Kaui antiguos agravios.
La familia Yamín era poderosa y publicaba los diarios Ocho Columnas, la Tarde del Ocho, Semblanza, De Par en Par y el semanario Parabólico. Simón llegó a la sala de juntas, donde estaban Miled y su hijo, Miled Libién Santiago, acompañados por el gerente, Guillermo Padilla Cruz, y otro empleado, Sergio Camacho García. Lo primero que hizo Simón Yamín cuando se vio adentro, fue disparar sobre el viejo Miled, quien no murió pero sí alcanzó a escapar.
En la refriega, a Miled Libién Santiago, el hijo del viejo Miled, le metieron dos balazos en las piernas y un tiro en el abdomen, que lo desangró y una hora y media después moría a consecuencia de esa herida. Simón Yamín también moriría en la balacera que él mismo ocasionó.
El 9 de mayo eran enterrados los ricos herederos, en medio de un operativo de seguridad que cerró las calles de media ciudad y que envió, por mandato del entonces gobernador César Camacho Quiroz, al hijo de Miled al Panteón General de Toluca y a Simón Yamín a otro camposanto. “Hay que poner a cada uno en su lugar”, dijo en su momento Camacho, luego de ser enterado que dos de sus principales aliados comerciales habían arreglado con plomo sus cuentas personales.
El funeral de Libién duró seis horas, en la Funeraria López, a donde llegaron los alcaldes priistas Armando Garduño y Silvia Mondragón, de Toluca y Metepec, respectivamente; la senadora Laura Pavón Jaramillo, ex alcadesa de la ciudad, acompañada de Manuel Cadena Morales -ex secretario estatal de Arturo Montiel Rojas- y de Mauricio Valdez. “El poder económico de la familia Libién, que controlaba hoteles, restaurantes, medios radiofónicos y centros nocturnos quedó de manifiesto en el ostentoso dispositivo de seguridad desplegado durante el cortejo fúnebre”, escribían las reporteras.
La radiodifusora de Miled, Superestéreo Miled dijo desde entonces que el responsable de la matanza era José Yamín, que había ordenado un asalto sin razón, aunque la averiguación previa TOL/HLM/I/1055/97 decía otra cosa, lo mismo que las versiones rescatadas por la reportera Coyotécatl, donde el capitán de meseros del restorán La Cabaña Suiza, contaba las razones de aquella balacera. Eladio Ramos habló y logró armar una escena previa del crimen, en la cual a las 15:30 se sentaban a la mesa José Yamín Davihe y sus hijos, José y Simón; también estaban los hermanos Naim y Miled Libién Kaui, junto con el notario Franklin Libién y una persona más.
Naim y Franklin recordaron las viejas épocas de los ahí presentes. No escatimaron historias de rencillas y las diferencias que en algún momento distanciaron a Miled y a los Yamín. Miled, Naim y Franklin se retiraron a las 7 de la noche, el resto se quedó. La tolerancia, sin embargo, se terminó a las 22 horas cuando Simón Yamín, embebido en esa plática, recordó afrentas que su padre se tragó por años y culpó a Miled. Simón Yamín salió entonces del restorán, uno de los más caros y exclusivos por aquellos tiempos y en compañía de su chofer, Tomás Galindo Peña, fue a su casa por un arma.
Otro participante, Cristóbal Dávila González, declaró que Yamín Sesín le dijo a sus ayudantes que sacaran el carro del restorán donde comían: “rápido, rápido, Miled me las va a pagar, lo voy a bajar de los güevos”.
Alguien vio a Yamín portando una escopeta. Y en la otra mano, una carrillera. El capitán de meseros constató lo anterior pero la balacera la describieron los sobrevivientes. Simón Yamín se dirigió al edificio 1337 de la avenida Hidalgo y se encaramó a las escalares. Buscaba el segundo piso y cuando lo encontró abrió la puerta de la sala de juntas de Don Miled y arrojó su metralla. Antes logró tomar como rehén a uno de los guaruras de los rivales. Iba por el viejo Miled y ese guardia le sirvió como escudo y llave para saber a dónde iba. Confirmó que su objetivo se encontraba en el lugar y, entonces sí, abrió al estilo del salvaje oeste, de una patada. Arrojó a su rehén pero el hijo de Miled ya lo esperaba con su propia arma, una escopeta y con un disparo lo mató casi instantáneamente. Yamín destrozó ventanales y muebles pero no pudo lograr su objetivo. Fue su chofer, Tomás Galindo, quien se encargó de vengarlo porque al ver caer a su jefe, disparó. Entonces Don Miled actuó y sacando su arma, hirió a Tomás. Luego los propios guardaespaldas recordarían que Yamín había alcanzado a forcejear con Don Miled: “a mi padre no lo ofendes y de rodillas vas a pedir perdón”, le dijo.
En esa oficina quedaron un muerto y dos heridos.
Para cerrar, me la pelas
A Emir lo bautizaron con el nombre de una marca de autos porque utilizaba un Rolls Royce Phantom. En él paseaba por la ciudad, aunque en ese vehículo también se transportaba el viejo Miled, quien además de tener diarios, radiodifusoras y autos, tiene un hijo que también saltó a la palestra pública con el sobrenombre de Lord Me la Pelas.
En realidad, el hijo se llama Raúl Libién Santiago, y es director del Grupo Miled. Él, una especie de “mirrey” o de júnior empresarial, es en realidad el reflejo retorcido de la costumbre de vivir al amparo del poder y eso lo demostró el 11 de febrero de 2016, cuando Arne aus den Ruthen, ex city manager de la delegación Miguel Hidalgo, se encontró con los guaruras de Raúl bloqueando banquetas de la avenida Reforma en la Ciudad de México. Los filmó y mientras lo hacía ellos se comunicaron con su jefe. Raúl Libién, al teléfono, le dijo a Arne que “me pelas la verga”, “me pelas la verga parada”, “Me pelas la verga, pinche hipioso de mierda”. Pocos días después, el funcionario fue levantado por unos minutos por los guardaespaldas de Libién. Fue liberado porque transmitido su secuestro en vivo y también gracias a la intervención de policías que se dieron cuenta de lo que ocurría. A pesar de tener evidencias y estar demandado, Raúl Libién no fue requerido por ninguna autoridad.