13 noviembre, 2024

La batalla (perdida) de Culiacán

La batalla (perdida) de Culiacán

Miguel Alvarado

Toluca, México; 18 de octubre de 2019. La batalla de Culiacán representa algo más que la liberación de un narcotraficante capturado por militares que después tuvieron que recular. Se trata, más bien, de la toma de la capital del estado de Sinaloa por una fuerza militar o paramilitar con capacidad para retener, como rehén, a una ciudad entera, a todos sus poderes, a sus fuerzas de seguridad y a las fuerzas armadas acantonadas ahí. Se trata de una demostración de fuerza de combate que no tuvo respuesta adecuada por parte de ninguno de los tres niveles de gobierno. La fuerza narca desplegada y los videos en los que se observa a los milicianos del Cártel de Sinaloa rodear a los soldados, intimidarlos y después darles la mano, felicitarlos por obedecer la exigencia de libertad, significan la debilidad de un Estado que no puede seguir funcionando como lo hace hasta hoy.

¿Quién gobierna México?

AMLO, un hombre emanado del sistema, no puede cambiarlo porque entonces su propio poder, legalizado por eso mismo, se anularía. Un cambio debe provenir desde afuera de ese sistema en el que se desarrolla la sociedad actual, y que, efectivamente, implique una refundación. Es decir, en México no hay una guerrilla que lo consiga y las opciones existentes como las comunidades zapatistas o los municipios autónomos apenas tienen la fuerza necesaria para resistir los embates que sobre ellos se ciernen.

Bajo la óptica del Cártel de Sinaloa, cabe preguntarse, entonces, quién es AMLO en este momento.

La batalla de Culiacán por la liberación de Ovidio Guzmán, uno de los hijos del narcotraficante Joaquín Guzmán, tuvo repercusiones en todo el país y los medios más importantes del mundo como The New York Times o Forbes retomaron esa historia para calificar al gobierno de Andrés Manuel López Obrador como falto de una estrategia en ese operativo, y llamaron la atención acerca de un inexistente plan de Seguridad Nacional.

Al mismo tiempo, también actores políticos mexicanos se pronunciaron y hubo de todo: desde las burlas del ex presidente de México, Vicente Fox, hasta los funcionarios en activo que se plegaron ante la decisión de AMLO, como el gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo Maza, de “no provocar una matanza” y mejor liberar al narco.

La Federación decidió mal desde el principio cuando un operativo sin respaldo adecuado se puso en marcha en Culiacán y no fue capaz de sostener las acciones del ejército y la Guardia Nacional en la captura de Ovidio. Varias versiones circulan al respecto, además de la oficial, la cual dice que una patrulla de la GN fue atacada desde una casa, en una colonia de Culiacán. Eso inició todo, y terminó con ocho muertos, 49 reos fugados de un penal local, de los que apenas se sabe quiénes son; así como la liberación de Ovidio y la sensación del ridículo del gobierno federal, de la debilidad de las autoridades.

Esta versión oficial encierra, sin embargo, demasiadas lagunas y a botepronto uno puede preguntarse por qué cuatro personas atacarían a una patrulla militar, supuestamente armada hasta los dientes. ¿Cuál era la finalidad? ¿Qué se quería ocasionar?

El periodista de The New York Times, Alan Feure, apuntó en sus redes sociales que AMLO estaba muy intimidado por la demostración de fuerza de Iván Archibaldo, el otro hijo del Chapo Guzmán, en realidad el verdadero poder del narco del Cártel de Sinaloa. Archibaldo, de quien también se mencionó en un principio que había sido abatido, fraguó la estrategia que liberaría a su hermano. Lo que hizo fue simple, un golpe directo, según Feure, quien ha seguido como nadie la historia del juicio de Guzmán Loera, y en esa lógica Archibaldo habría secuestrado a las familias de funcionarios públicos para presionar y apresurar la liberación de su hermano.

Reportes no publicados en medios de Sinaloa parecen confirmar eso. A la una y media de la tarde, Ovidio Guzmán fue cercado por 50 elementos de la Sedena, los cuales lo apresaron mientras el narco comía en un establecimiento de mariscos, en la colonia Tierra Blanca. Sin oponer resistencia, Ovidio se habría entregado y habría sido trasladado a las oficinas de la Fiscalía. Fueron sus propios guardaespaldas los que pusieron en alerta al Cártel de Sinaloa, algunos de cuyos miembros trataron de negociar frente a la propia Fiscalía, en donde Ovidio permanecía encerrado en una sala blindada. El gobierno esperó la llegada de refuerzos, los cuales llegaron tarde. En esa espera se desató la primera de las balaceras, en la zona de Tres Ríos, casi en el centro de Culiacán y que está llena de centros comerciales, negocios y escuelas.

Los narcos no pudieron rescatar en ese momento a su jefe, y decidieron entonces ir a la colonia donde viven los familiares de los militares.

La rodearon.

Sacaron de sus casas a esas familias, con todo y niños, y las ubicaron junto a pipas de gasolina. Entonces soltaron la amenaza. Si se llevan a Ovidio, todos vuelan.

La llegada de los refuerzos militares complicó todo, porque la batalla se extendió por la ciudad, en la cual ya estaban los aliados del Cártel, grupos identificados como los del Azul, del Mayo, los Limones, los Leones, los Avendaño, los Fernández, los Isidros, los Herrera, los Payanes, los Quinteros, provenientes de la sierra y de las localidades vecinas. Fueron antecedidos por un grupo de halcones o punteros en moto que recorrieron las calles de la ciudad para robar camiones que fueron quemados posteriormente. Esa batalla inicial duró cuatro horas, pero se registraron más de 30 enfrentamientos contra soldados y policías.

El gobierno envió apoyo aéreo y al menos 15 helicópteros sobrevolaron la ciudad para disparar contra los sicarios, pero estos lograron derribar una aeronave, a la altura del poblado de El Diez, por lo que se dio la orden de retirada.

Entonces el gobierno dio, también, la orden de liberar a Ovidio.

Según esa información, cuatro sicarios murieron en la batalla, lo mismo que cuatro soldados.

Y para completar todo, la gente de Archibaldo Guzmán tumbó con camiones uno de los muros del penal local y por eso pudieron evadirse 53 reos.

Un día después, un demacrado Obrador decía lo que dijo: que se había liberado al narco para evitar una masacre mayor. No dio ninguna explicación más, a pesar de su supuesta política de transparencia. Para AMLO, Culiacán representa su Ayotzinapa, su Tlatlaya, su 68, aunque lo peor para esta administración es que apenas se ha dado cuenta del poder al que se enfrenta.

Después de las elecciones en las que AMLO ganó la presidencia, militares de primer orden señalaban en privado que el presidente electo no tenía idea alguna de lo que se le vendría encima, ni de qué tamaño era el monstruo que pretendía enfrentar. Todo eso, al paso de los meses, resultó cierto, como también ha resultado cierto que el gobierno federal no tiene ninguna idea de cómo resolver el tiradero que dejaron la corrupción de Peña, Calderón y Fox, a quienes no quiere investigar. El colmo de Culiacán fue el mensaje de agradecimiento que la familia del narco rescatado envió a AMLO.

Ser solidarios no alcanza ni para el propio AMLO, quien debe aprender, por lo menos, a medir sus palabras en sus conferencias matutinas, y por otro lado a decir la verdad, que para eso se supone que está donde está.

No, no es culpa de AMLO lo que sucede en estos momentos. No es su culpa, pero es su responsabilidad. La verdad es que estábamos mejor cuando estábamos peor.

Tags

Cuéntaselo a todos

Noticias relacionadas

Suscríbete a nuestro boletín de noticias