Miguel Alvarado
Toluca, México; 26 de diciembre de 2019. Termina uno de los años más convulsos de los últimos tiempos y nadie sabe, bien a bien, cómo será el 2020. Sólo se tienen los presagios que las estadísticas arrojan, y que son funestas en todos los sentidos. La crisis de inseguridad es tan profunda como la económica, y tan profunda como la política. El resquebrajamiento de los valores ha tocado la sensible estructura social, siempre apuntalada con astillas. La inequidad en la que se vive visibiliza cada vez más la trágica pobreza del mexicano, sumido en las condiciones más miserables de vida en un extremo, y en el otro, en la riqueza más insultante. El abismo entre una clase y otra es insondable y, parece, nadie puede atravesarlo.
La aplicación de la justicia en México está determinada por la riqueza de los involucrados. Al pobre todo el peso de la ley y al rico toda la gracia. La justicia en México se trata de un asunto de libre mercado, globalizada, que castiga a quien no puede pagar por ella. A la sumatoria de las tragedias de sangre se le agrega la increíble protección del gobierno a las empresas extractivas, cuya actividad es el origen de casi todos los males. La industria extractiva consiste en el traslado de la riqueza en estado puro, a otro país y es una de las actividades más baratas, porque cada concesión cuesta 6.77 pesos, no importa si se obtiene piedra, oro, uranio, petróleo o se trata de monocultivos para exportación. Generadora de desplazamientos forzados, contamina ecosistemas enteros y daña de manera irreversible la salud de personas y animales. Las tierras que se usan para el extractivismo nunca volverán a ser las mismas. La gran pobreza del país tiene su origen en el despojo de la riqueza, y este gobierno, el de la Cuarta Transformación, no lo impide aunque pregone que apenas haya entregado 35 concesiones en un año. Lo que no hace es investigar a las empresas, cancelar permisos, impedir la pulverización de los pueblos, deja que se sigan llevando los productos.
La consecuencia de ese saqueo se refleja en todo, incluso en el precio de los cigarros.
La inmensa mayoría de los ciudadanos en México viven en algún tipo de esclavitud relacionada de alguna manera con lo extractivo.
Que muy pocos ubiquen a esa actividad como el centro de las problemáticas mexicanas es también sintomático. El mapa de la delincuencia gira también en torno a eso. El mapa del narco, el del paramilitarismo, el del transporte, el de las rutas aéreas, el de las las elecciones, el de las fuerzas armadas están inscritos en la esfera del extractivismo. El mapa de los bajos salarios, de la criminalización de las normales, de los trenes, de la marginación, de los feminicidios, de los homicidios, de las violaciones, también.
El que viene será un año determinante para todos, como siempre se dice y como siempre es. La esperanza de un cambio, de la liberación del lastre que han representado los gobiernos priistas y panistas apenas quedará en eso. En una esperanza siempre a punto de concretarse, y que en el último minuto se desintegra.
Feliz Año 2020.