4 mayo, 2024

Contaminada e intransitable, la capital del medio milenio

Contaminada e intransitable, la capital del medio milenio

Fernanda García: texto. Karen Colín: diseño. Ramsés Mercado: imagen.

Toluca, México; 9 de junio de 2022.

Cada mañana, Toluca amanece enferma. Ni un diagnóstico profundo le ha permitido tener siquiera visión de lo que le sucede, sus habitantes no vislumbran que viven en una ciudad contaminada que ha rebasado límites peligrosos pese a los esfuerzos que se han hecho por hacer consciencia sobre ello.

Toluca está enferma pero se niega a cambiar. Las zonas industriales y la priorización de un modelo de transporte basado en automotores han puesto en jaque su delicada calidad de vida, esto sin hablar del aire o el agua. Se trata de una condición generalizada que la mantiene en un código cuyo color no puede ser otro que negro, y que es ignorado por sus gobernantes todos los días.

Con apenas medio milenio de vida, parece que la ciudad poco ha aprendido. Aquí se embovedan ríos para ser utilizados como vertederos de desechos -no sólo humanos-; se pavimentan calles y se dan licencias de construcción a diestra y siniestra sin tomar en cuenta las áreas verdes. Por eso dejó de hacer frío.

Si tuviera consciencia, esta urbe sabría que está a merced de industriales que omiten los estándares ambientales, de personas que usan el auto por gusto para desplazarse menos de un kilómetro, de comerciantes que se niegan a las ciclovías, de vecinos que llenan las calles de basura. ¡Ah, sí!, porque tenemos un tiradero a cielo abierto a lo largo de 5 kilómetros de Paseo Matlatzincas, como si el olvido de las autoridades municipales no fuera suficiente para los vecinos de los barrios tradicionales.

Entonces, se desprecia a los ciclistas. Podríamos hablar de cómo debimos haber tenido una contingencia ambiental por la pésima calidad del aire que respiramos y la abundancia de las partículas PM10 y 2.5, pero creo firmemente que ése es uno de los problemas que se podrían resolver con alternativas de movilidad sustentable.


No es sólo que dejemos el auto y ya. La movilidad sustentable solucionaría los problemas de esta ciudad que no deja de crecer pese a que lo hace mal. Usar la bicicleta o caminar la ciudad no sólo tiene un beneficio directo para quien lo hace, sino que ayuda a conocer mejor las calles que transita.

Cuando vamos -voy- en automóvil, es fácil ignorar el entorno: música alta, ventanas cerradas y nada pasa más que el desquiciante tránsito lento.

Ignoramos, detrás de un volante, en qué calles se deja tirada la basura, su olor, sus problemas de fauna nociva. Hacemos como que no pasa nada pese a que en la calle de Circunvalación el hedor podría generar la náusea más profunda, pues ese lugar tiene la magia de convertir los olores en sabores que se pegan al paladar y bajan por el esófago para alborotar la mucosa estomacal. Animales muertos, pañales, papel higiénico usado, comida echada a perder, pilas inservibles… todo se conjuga para hacerte vomitar.

Desde una bicicleta también se aprecian mejor la falta de infraestructura y cultura vial que caracterizan a la capital mexiquense, la sobrepoblación de autobuses cuyos dueños no desconocen, pero no atienden, y hasta la falta de empatía. ¡Ah! Porque en Toluca la gente es jetona, eso es de conocimiento popular.

Lo peor es que en este municipio tan basto y saqueado -porque está más endeudado que yo con las vendedoras por catálogo- sí hay miles y miles de ciclistas pero no usan Paseo Colón como ruta de recreación.

Para quienes prefieren ignorarlo, aquí dejo un recordatorio (porque sí lo saben, no se hagan): Toluca norte está llena de ciclistas. Personas que pedalean, casi todos hombres, porque así se ahorran lo del pasaje.

Las condiciones en las que van de un lado a otro en bicicleta son pésimas y estoy siendo amable. Calles llenas de hoyos, vías rápidas en las que mueren atropellados constantemente, automovilistas desquiciados. Un caldo de locura por las vialidades.

Hasta en eso, Toluca es clasista. Pedalear por Revolución y Avenida de las Partidas debe ser algo similar a ser perseguido por Immortan Joe y los War Boys todos los días por una selva de asfalto que no da tregua. Y digo “debe ser” porque no soy tan valiente como para vivirlo en carne propia.

Entonces, Toluca no quiere ser ciclista porque si nos topamos de frente con la realidad, si la caminamos o pedaleamos, nos daríamos cuenta de que esta ciudad va más allá de las bonitas (¿?) calles del centro y su mágica experiencia rebosada en ambulantaje y manifestaciones del hartazgo social. Notaríamos los detalles fétidos de una ciudad que huele a croquetas para perro, a basura, a drenaje y que vive entre el olvido y el no me acuerdo de sus habitantes cochistas. ¿No?

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