Toluca, México; 30 de noviembre de 20924
Abraham Bosque/ texto. Sandra, Alejandra, Érick, Chino, Alfonso, Naomi, Belinda/ imágenes
Imaginemos entonces que se formula una ecología de saberes, que meditamos nuestro territorio, nuestra historia y contexto, que a través del verbo construir se trabaja sobre el cuidado de los conocimientos originarios, la cultura y la forma de organización de un pueblo, de un barrio, de una comunidad. ¿Cuáles son los sonidos de San Andrés Cuexcontitlán y del Kantón Libertario? ¿Qué sabores tiene esta comunidad? ¿Cuáles son los olores de este pueblo originario y cómo se siente su forma de organización?
Con un par de cámaras soviéticas, esas máquinas de guerra del siglo pasado que documentaron los embates y transformaciones de la humanidad, se abordó el taller de fotografía química y diálogo de saberes, El territorio que habitamos, una reflexión entre la imagen, la narrativa oral y los saberes locales de la comunidad ñatho-otomí de San Andrés Cuexcontitlán durante el 23 aniversario del Kantón Libertario; una ocupa, espacio artístico-cultural y biblioteca anarquista que brinda alternativas de educación, una pedagogía libertaria y una conciencia crítica de lo que acontece en el mundo. Durante estos años una de sus misiones de este espacio ha sido poner en el abanico de posibilidades la propuesta anarquista para quienes están en búsqueda de un mundo diferente. A continuación, algunas meditaciones e imágenes de dicha actividad.
El Kantón Libertario nace por una profunda necesidad de romper con la marginación, se sitúa en el corazón de una de las últimas comunidades ñatho-otomí del Valle de Toluca, primero sometida por el yugo de la cultura mexica, posteriormente por el colonialismo europeo y ahora resiliente ante los embates de la modernidad que desfigura, perturba y violenta cuando poco a poco las comunidades apegadas al campo y de raíz milenaria son integradas a las grandes ciudades.
Este espacio, desde hace 23 años, alberga distintas actividades que desafían la oferta educativa, cultural y artística que el Estado mexicano impone a las sociedades periféricas. Tiene claro que el sistema educativo no está preparando a las personas para la vida, para el trabajo y que por otro lado crea profunda desigualdad: la mayoría de las personas se ven obligadas a abandonar la escuela antes de terminar sus estudios y por ese motivo sufre discriminación de por vida: la minoría que logra llegar hasta el final no encuentra empleo en aquello que estudió.
Ante esta situación, casi enteramente universal, se realizan en todas partes del mundo vigorosos esfuerzos para reformar el sistema educativo, político y económico. Una de las propuestas pedagógicas del Kantón Libertario es el derecho a la capacidad de imaginar. Se ha estado haciendo evidente que una de las crisis más profundas del momento es la crisis de la imaginación: una vez agotadas las teorías y las prácticas que en los últimos tiempos guiaron a las organizaciones sociales se comprueba una grave ausencia de ideas, de iniciativas, la imaginación posibilita nuevas rutas, pensar en otras realidades, mantener los pies en el camino y el corazón con estímulos.
La imaginación está ligada a la creación, a partir de ahí, una de las formas de la reconstrucción de la iniciativa es la recuperación de los verbos, sustituyendo sustantivos como educación, salud, empleo, vivienda, entre otros, que nos instalan en la dependencia de instituciones contraproductivas, por verbos como aprender, sanar, trabajar, habitar, verbos que nos devuelven la iniciativa, la agencia autónoma de transformación.
- Imaginemos entonces que se formula una ecología de saberes, que meditamos nuestro territorio, nuestra historia y contexto, que a través del verbo construir se trabaja sobre el cuidado de los conocimientos originarios, la cultura y la forma de organización de un pueblo, de un barrio, de una comunidad. ¿Cuáles son los sonidos de San Andrés Cuexcontitlán y del Kantón Libertario? ¿Qué sabores tiene esta comunidad? ¿Cuáles son los olores de este pueblo originario y cómo se siente su forma de organización?
- Sabe a tortilla recién echada, de maíz del pueblo y de la milpa que se está dejando de sembrar. Suena a la lengua ñatho-otomí de las abuelas que ya poco se ven salir a caminar en el pueblo con su chincuete y su vestimenta originaria. Suena a los niños aprendiendo en un taller del Kantón o jugando basquetbol en las canchas, suena a los borrachos que disfrutan de un partido de futbol. Huele a pulque dominguero, a la pólvora de la fiesta patronal. Huele a un atardecer a punto de morir.
Y si preguntamos por el tacto, ¿cómo se siente? Se siente a resistencia y autonomía comentan distintas voces pensando en el trabajo del Kantón libertario de todos estos años.
Gracias a los distintos espacios autónomos la gente está recuperando su capacidad de aprender, se organiza para hacerlo sin imposiciones, condiciones y logra la capacidad de crítica como punto de partida del aprendizaje mismo, como desafío radical al sistema. Hay creciente conciencia que por esa vía todas las personas, niños y adultos podrían aprender lo que necesitan y quieren, en libertad.
La mística ñatho-otomí hace énfasis sobre la fuerza de la voluntad y la esperanza: cuando se pierde la esperanza, dicen los abuelos, se produce una pena que es casi como la muerte. La esperanza desde siempre ha sido el motor de los movimientos populares: las personas actúan movidas por la esperanza de que sus acciones producirán el cambio que hace falta. En la espiritualidad ñatho-otomí contemporánea recuperar la esperanza como fuerza social se ha convertido en una necesidad estricta de supervivencia para esta cultura. En este contexto, esperanza es lo opuesto de posibilidad: no es la convicción de que las cosas ocurrirán como se desea, sino la convicción de que la acción tiene sentido independientemente de lo que pase.
Existe siempre el riesgo de que la esperanza sea experimentada como pasividad y propicie la parálisis, convirtiéndola en mera ilusión, en sueño escapista. Sin embargo, existe un remedio efectivo para ese riesgo. Para evitar la desesperación basta nutrir la esperanza recurriendo a la imaginación, pensar en múltiples opciones y darles realidad. De inmediato. En el presente. En estos 23 años del Kantón Libertario deja claro que la acción en que se encarna la esperanza no puede cambiarlo todo de golpe, pero cualquier avance, por pequeño que sea, es materia de esperanza que brota de la imaginación.