Miguel Alvarado

Toluca, México; 20 de julio de 2020. El Cártel de Jalisco Nueva Generación es la fuerza criminal más poderosa del país. Se trata de la expresión más acabada de la evolución de los cárteles en México, que se han transformado en fuerzas paramilitares, construidos ya con estructuras y entrenamiento castrenses, así como un organigrama empresarial en el cual los jefes están a salvo de los intentos de captura que puedan ejercerse en su contra.

La complejidad de las causas que hacen posible la existencia de un cártel (que quiere decir la reunión de varios grupos en una sola entidad o corporación) es tal que hace parecer a la sociedad desinformada que son producto de una sola manifestación. En la construcción, operación y éxito de un cártel participan elementos variados y la combinación de todos hace posible la supervivencia de los sicariatos. La geografía influye de manera determinante y es parte de los factores que van indicando cómo abordar la problemática: no es lo mismo tratar con Los Rojos que enfrentarse a una de las 300 pandillas que dominan Ecatepec. Michoacán no es lo mismo que Tamaulipas y Guerrero apenas se parece a Baja California Norte. Sí, hay cosas que no cambian como la salvaje demostración de poder de cada uno de los grupos y la participación activa del Estado, elemento cuya ausencia desconfigura la ecuación que hace funcionar a los cárteles.

El Cártel de Jalisco Nueva Generación es más poderoso que el ejército o la Marina, pero no podría combatir a la fuerza conjunta del Estado, la cual pude darle golpes financieros como los que intentó la Federación hace poco. El de la droga es uno de los negocios ilegales más lucrativos pero no es el más redituable. Por encima de eso, y de cualquier otro negocio, se encuentra el de la extracción, ya de minerales o de petróleo y los derivados que de esa obtención resulten. Por eso, quien puede pagar y ordenar a los cárteles son los que extraen, y como necesitan de un esquema de fuerza para la obtención de tierras en donde trabajar, han hecho con los grupos criminales lo que ninguna otra fuerza ha querido, o mejor dicho, ha podido: los han sentado a sus mesas para imponerles contratos para que trabajen para ellos. Esos contratos deben ser cumplidos y son las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad pública las que se encargan de garantizar que así sea. Las mineras canadienses GoldCorp, Tórex y Teckominco han apostado por este tipo de estrategias, las cuales están descritas dentro de las prácticas de la necropolítica.

El T-MEC o Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá sujeta, por las buenas o por las peores, a nuestro país para que facilite la entrega de recursos minerales y lo que haya de valor en el subsuelo en un proceso de extrapolación de la riqueza, la cual es arrancada de cuajo en México y llevada en estado crudo a otro país, donde es procesada.

Dice la página InSigth Crime, un buen referente para comenzar a entender el fenómeno del narco en el país, que el CJNG nació de la escisión del cártel del Milenio, que se fragmentó en las facciones de La Resistencia y Los Torcidos. Fueron estos últimos los que mutaron en el CJNG. En realidad, hay que irse un poco más atrás y tratar de ver en la bruma en que se ha convertido el Cártel de Jalisco, en la época de los primeros grandes capos mexicanos. El Cártel de Guadalajara, después Jalisco, es el origen de casi todos los demás cárteles y en él hicieron escuela Caro Quintero, el Chapo Guzmán y hasta los hermanos Beltrán Leyva. El Cártel de Guadalajara fue fundado por Pedro Avilés Pérez, pero quien lo controló, le dio forma y lo dotó de estructura fue Miguel Ángel Félix Gallardo, a quien se le decía simplemente El Jefe de Jefes. Preso en puente Grande y con 73 años, a Félix no se le verá libre nuevamente ni un error permitirá que salga, como pasó con Rafael Caro Quintero, que en 2013 fue puesto en libertad de manera increíble y desde entonces nadie sabe dónde está, aunque sí se sabe que su fortuna, en algún momento, alcanzó los 500 millones de dólares. Si el Cártel de Jalisco Nueva Generación le debe algo a alguien es a Rafael Caro Quintero, la mano que mece la cuna en esa organización.

A esos viejos capos el asesinato del agente de la DEA, Enrique Camarena, les cambió la vida y también cambió la forma de abordar el fenómeno por parte de los gobiernos de Estados Unidos y México, que terminaron por controlar a los cárteles para usarlos en su beneficio. Eso dicen los propios gobiernos, pero historias como las que narra el periodista Bill Conroy en la serie de reportajes a los que llampo House of Death, dicen otra cosa. Conroy relata el asesinato de 12 personas, narcotraficantes todos, en una casa de Ciudad Juárez, entre 2003 y 2004, homicidios en los cuales un informante del gobierno de Estados Unidos, un agente encubierto, participó con tal de obtener información acerca del capo Amado Carrillo.

Eso, que un agente del gobierno de Estados Unidos tuviera que participar de alguna manera en esos crímenes -por lo menos en nueve- revelaba, o mejor dicho, confirmaba que ni siquiera una delgada línea separaba a las autoridades de los cárteles de la droga y que al final resultaban lo mismo. La construcción de un narcoestado comenzaba en ese tipo de complicidades. Tampoco es casualidad que en Estados Unidos se considere como buena la versión de que el Chapo Guzmán ha sido agente doble por años, junto con su socio, Ismael Zambada, fundadores del Cártel de Sinaloa.

La irrupción en México de un Cártel como el de Jalisco Nueva Generación implica la participación de las estructuras del Estado. Funcionarios de la Cuarta T y de las fuerzas armadas señalan eso, que el CJNG recibe financiamiento de priistas y panistas, así como de organizaciones como la Agencia Central de Inteligencia (CIA), de Estados Unidos.