18 abril, 2024

El doble bloqueo

Miguel Alvarado

Toluca, México; 19 de julio de 2021.

Cómo es México que con sus 80 mil ejecutados todavía tiene espacio para otras cosas. Cómo es que con 230 mil muertos por coronavirus y ya entrando sin remedio a la tercera ola de la infección se divide por posiciones políticas respecto a otros países. Cómo es, que aun con la miserable pobreza que se ve en las calles todos los días, trata de entender, desde la enorme distancia de la historia, de la ignorancia, desde la supina sabiduría de las redes sociales, hay espacio para gritar “Patria y Vida”.

Este México que tenemos, este territorio mexiquense que habitamos, en donde hay diariamente una mujer asesinada, se atreve a recitar el lema de Patria y Vida, que ni es proclama sino una canción de rap. Sin embargo, tampoco es así, a rajatabla. En realidad es el reflejo de la confrontación permanente, la que siempre ha estado allí y que ha conseguido expresarse como sea. Se trata de un significado más en el ámbito cubano y de Latinoamérica, el que dice que ni el mejor de los regímenes aguanta un bloqueo económico de 60 años, y que quien ha pagado las consecuencias de la decisión de Estados Unidos para sellar comercialmente a la isla es el ciudadano promedio, experto en carencias, en vivir al día para morir al final sin haber encontrado, si se quiere, una explicación para esa vida arrancada al sufrimiento. Quiere decir que hay un doble bloqueo. Uno gringo y otro del propio gobierno cubano.

La protesta en Cuba y por Cuba es más que la frase de la Patria y Vida, pero todavía menos que la proclama tallada en los pesos cubanos de la Patria o Muerte, que sirvió además de colofón para un discurso pronunciado por Ernesto Guevara, entonces ministro de Industrias de Cuba ante la ONU, el 11 de diciembre de 1964 en Nueva York: “Nosotros queremos construir el socialismo; nos hemos declarado partidarios de los que luchan por la paz; nos hemos declarado dentro del grupo de países no alineados, a pesar de ser marxistas leninistas, porque los no alineados, como nosotros, luchan contra el imperialismo. Queremos paz, queremos construir una vida mejor para nuestro pueblo y, por eso, eludimos al máximo caer en las provocaciones maquinadas por los yanquis, pero conocemos la mentalidad de sus gobernantes; quieren hacernos pagar muy caro el precio de esa paz. Nosotros contestamos que ese precio no puede llegar más allá de las fronteras de la dignidad. Y Cuba reafirma, una vez más, el derecho a tener en su territorio las armas que le conviniere y su negativa a reconocer el derecho de ninguna potencia de la tierra, por potente que sea, a violar nuestro suelo, aguas jurisdiccionales o espacio aéreo”.


Ese discurso terminaba con la frase de “Patria o Muerte”, que significa lo que dice: antes que ceder la soberanía a Estados Unidos, primero defenderla y después morir si no se puede.

Fidel Castro y Guevara vivieron un rato en Toluca. Aquí, quién sabe cómo, sobre todo Fidel, se hicieron amigos del Carlos Hank González, quien en 1956 era alcalde la ciudad por el PRI y comenzaba a construir su propio imperio económico que hoy hace de su familia una de las más ricas e influyentes de México.

Fue él quien consiguió que los cubanos pudieran entrenar en el Nevado de Toluca y una casa, ubicada en la esquina de Primero de Mayo e Isabel la Católica, pudiera ser usada como refugio y lugar de llegada. Después Fidel pasó por Ixtapan de la Sal y terminó en Chalco antes de embarcar en el Granma para regresar a Cuba e iniciar las batallas de Sierra Maestra. Toluca, tan escueta en todo, es parte del proceso revolucionario de la isla y ahora es también escenario de protestas antigubernamentales.

No debe perderse de vista que Hank no era socialista y el PRI tampoco era solidario con la causa cubana de Fidel y el Ché. Sólo eran personajes cumpliendo órdenes con la posibilidad muy remota de hacer negocios si la locura que para entonces era el derrocamiento del régimen cubano diera señales de funcionar.

En un principio, el movimiento de Fidel fue financiado desde Estados Unidos por agencias gubernamentales que deseaban recuperar el control que Fulgencio Batista, dictador de la isla en ese entonces, había minado. Así, se prepararon para invertir en un cambio de gerente pero no de régimen. Sin embargo, consumada la victoria, Fidel Castro pronunció, en uno de sus primeros discursos que esa revolución y ese nuevo gobierno eran “marxista-leninistas” ante el estupor de los agentes de la CIA que acudían como observadores a La Habana. Ese fue el momento de la ruptura con Washington, que se apretaba para tomar posesión de la isla, una vez más.

Hasta hoy la revolución cubana ha sido ejemplo de cómo se puede imponer a intereses y capital de Estados Unidos, a la opresión militar económica que los norteamericanos han ejercido contra regiones enteras de Latinoamérica. Cuba, el prostíbulo de los norteamericanos por décadas, controlado por los jefes mafiosos de Chicago y Nueva York, hicieron de la isla un destino imperdible para turistas sexuales y ludópatas, que podían hacer lo que querían porque en el gobierno siempre había alguien que los protegía.

Ese destino turístico sexual que es la isla y que fue en las décadas pasadas llevó a ciento de miles a La Habana para practicarlo. Los mexicanos también fueron y para una gran mayoría esos son los recuerdos imborrables que la isla les dejó porque pocos se preocuparon por adentrarse de otra forma en sus laberintos.

Quizá ahora el grito de Patria y Vida tenga ya el sentido que debe tener y la proclama del Ché Guevara, esa de la Patria o Muerte, sea revisitada y ayude a analizar a nuestro propio país, engañado por los gobiernos de izquierda porque son profundamente neoliberales, que militarizan, que no detienen el extractivismo y que han incumplido el primer propósito para el que se les eligió: decir la verdad.

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